sábado, 22 de septiembre de 2018

los pantanos de la tristeza


Este 2018 es un año mejor gracias a la intervención de Dopethrone en forma de deux ex machina del pantano con su Transcanadian Anger, y ojo al dato con el título, ¿o quién creía que el recurso a la intertextualidad era cosa de literatos refinados? Música psicópata que, como toda la escuela sludge, tiene un pie en el doom, otro en el hardcore y otro en el thrash (¿tres pies?, bueno, recordemos que todo esto va regado con whisky a espuertas y envuelto en el humo de la marihuana más psicodélica). Teniendo en cuenta que, más que un camino lineal marcado por la evolución y la mejora comparativa, el conjunto de la obra de Dopethrone conforma un todo orgánico, antes que comparar Transcanadian Anger a los anteriores trabajos del grupo en términos de mejoría cualitativa, habría que hacerlo en virtud de su consistencia, y lo cierto es que este último álbum de Dopethrone se integra perfectamente en la conversación circular con la inmundicia de la psiche humana que llevan sosteniendo desde por lo menos 2009, con aquel lejano Demonsmoke. Ni nos damos cuenta de que pasa el tiempo y ya estamos ante unos clásicos. Distorsión a tope, cadencias pesadas, arrastradas y machaconas, voces desquiciadas, odio y psicodelia. Vale la pena echar la vista atrás y escucharse esta discografía de principio a fin. Coherencia, lo llaman.

Por los caminos del pantanoso doom también desfilan Conan, que este año vuelven para reanimar a las huestes de la oscuridad adormecidas con Existential Void Guardian. Lo cierto es que, al menos para quien suscribe, no habían ofrecido nada auténticamente poderoso desde aquel glorioso Monnos (2012), con alguna excepción aquí y allá, como el tema Beheaded, del split con Bongripper. Por supuesto, no es que los trabajos que hayan sacado desde entonces sean malos, pero no cumplían lo prometido en 2012 y estaban lejos de ser destacables, configurándose en una especie de hermanos pequeños de High on Fire, más crusterizados, con momentos mucho más arrastrados y con menos ramalazos del rollo jebiorro de toda la vida. El caso es que, con este nuevo trabajo, parece que dejan de ser el quiero y no puedo (o quiero y no acabo de llegar) que parecían estar abocados a ser en los últimos años y nos entregan un puñado de temas que lo petan bastante en su consabida mezcla de épica, distorsión, pesadez cañera y oscuridad. El tema de adelanto, Volt Thrower, me había dejado un poco como estaba; es decir, que está bien pero no hacía predecir algo grandioso, sino lo mismo de siempre (aunque se marcaron un videoclip de homenaje a Ralph Bakshi que lo peta hasta límites insospechados), pero cuando se escuchan todos los temas, a poder ser del tirón, que es como tienen más sentido este tipo de música (lo mismo va para lo de Dopethrone, puede que incluso más aún), la cosa cambia, y ya se percibe que Conan pusieron toda la carne en el asador para este trabajo, o bien tuvieron mucha potra, puesto que vuelve a ponerlos en primera fila. Jebi doom garrulo del siglo XXI con referencias estéticas, aparte de en el mentado clip, a El señor de los anillos, pero que nadie se asuste, nada de elfos, princesas, melancolías empalagosas, colorines, trajes de finas sedas o cancionero popular hobbit; Conan no están aquí para cantarnos la canción de Tom Bombadil, sino para rebanar cabezas: aquí, orcos, nazgul, castillos oscuros, guerra, sangre, oscuridad, muerte, destrucción, cráneos destrozados y, en definitiva, lo único y todo lo bueno que se salva de la espada y brujería una vez pasada la adolescencia. La portada, con el ejército de las sombras preparado para limpiar la Tierra Media de basura empalagosa (que nos remite en cierto modo a la del In the Nightside Eclipse, pero sin las risas) nos da el tono. Para gosarlo; en una escala del 1 al 10, cunde bastante.

Siguiendo por los mismos senderos, este año parece un buen año para fumar marihuana, ya que tanto High on Fire como Sleep están de regreso. De los primeros, aún está por salir el álbum (octubre), pero salió un tema de adelanto, Electric Messiah, en el que nos los encontramos más motorheadizados que nunca. Con respecto a Sleep, da un poco de miedo que se carguen su propia leyenda, como suele ocurrir con las reuniones, pero si la mejor banda del punto mundo en un estilo que me gusta fuera mía, también la resucitaría de vez en cuando. Sleep llegaron a su pico con Jerusalem / Dopesmoker y crearon un puto estilo (por mucho que se asocie a Teeth of Lions Rule the Divine al drone, dudo mucho que una cosa tan inmensa como el Rampton hubiese nacido sin la previa intervención de Pike y compañía), y hoy por hoy con ellos tenemos lo que tenemos, sin sorpresas pero sin decepciones (pero sin actitudes acomodaticias tampoco, ojo). Cualquiera que disfrute con el riffeo masivo, con el legado de Black Sabbath y con la música con letras mayúsculas en general, disfrutará de este trabajo de Sleep, que, como quien dice, prácticamente cagan oro. Además, su regreso no significa la desaparición o la puesta en espera de los imprescindibles proyectos paralelos de sus componentes, como pone de relieve el mencionado trabajo de High on Fire. También sacaron este año un tema en forma de sencillo, titulado Leagues Beneath, 16:51 minutos de enmarañada distorsión metálica y marijuánica como solo ellos y  nadie más podrían hacerlo, mucho más centrado en los riffs masivos y sin los ramalazos de rock progresivo de los 60/70 que aparecen aquí y allí en el largo. Hay gente que va muy fumada a los conciertos de esta gente y yo creo que eso solo puede hacer daño al selebro.

Y otros que vuelven este año son los garrulos de Bongripper. Al igual que Sleep con Jersualem / Dopesmoker, el grupo ya llegó a su pico con Satan Worshiping Doom (2010 nada menos). Desde entonces fueron haciendo cosas interesantes, como el EP Sex Tape/Snuff Film o el largo Miserable, siempre con mucha solvencia pero sin volver a alcanzar esa cota de grandeza. Ahora pasó más tiempo (4 años desde Miserable) y quizá también quedaron superados aquellos años en que aparecían grupos de doom/sludge/drone/hostias en vinagre hasta debajo de las piedras, y las cotas de calidad, así como la saturación de estos sonidos, estaba muy muy alta. Después de todo aquel ruido, cuando tantos son ya polvo y ceniza o viven de tocar en festivales y sacar discos de mierda para cumplir, Bongripper siguen en pie, aquí con nosotros, preparados para seguir dejándonos pepinazos para el mañana. La verdad que a mí este Terminal me parece un disco grandioso, bestial y puro. Básicamente sigue siendo lo mismo: largas canciones con riffs intensos y lacerantes y ninguna espacio para las voces, que siguen siendo inexistentes (y esto es otro mérito, porque al final, las voces son un recurso muy socorrido para disimular riffs previsibles y aburridos o para enganchar al oyente en momentos musicalmente bajos, pero la música de Bongripper engancha por sí sola, a pesar de que tampoco hace precisamente concesiones a la comercialidad). Mientras que Miserable era un gran disco que, sin embargo, se quedaba a la sombra de Satan Worshiping Doom, aquí, el grupo juega con nuevos elementos, diría yo que con mayor espacio para la emocionalidad sonora y habiendo elaborado, en general, un trabajo más luminoso, menos deprimente y más mayestático, por decirlo así, potenciando para ello elementos ya existentes en su sonido y sin dejar de ser propia y genuinamente ellos, y sin olvidarnos de que usemos los adjetivos que usemos para describir las particularidades de este nuevo trabajo, aquí estamos hablando de doom (de doom, de sludge, de lo que se quiera, pero nos entendemos), es decir, de oscuridad, desaliento, angustia, demencia, podredumbre psicológica en general; Bongripper siguen siendo Bongripper y nada más que Bongripper, pero en lugar de conformarse con hacer otro álbum e incluso de conformarse con hacer otro gran álbum, se exploran un poco más a sí mismos.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Eagles of la República Popular de mi Casa

Ataraxy – Where All Hope Fades

Pues…

los tiempos en los que en este país se hacía música con complejos o (su reverso tenebroso) en los que desde la industria se nos pedía que hincháramos el pecho de orgullo patrio ante productos que no cubrían la cuota si se comparaban con lo que había por ahí afuera pasaron ya hace mucho. También es cierto que en el death metal siempre hubo escuela, con el trabajo temprano (con respecto a las áreas genésicas) de bandas como Absorbed, Fermento, Unbounded Terror, Unnatural, Hemorragia o Avulsed y el trabajo que, para bien y para mal, se hizo desde Repulse Records. Unos con mayor fortuna y otros con menos, el death metal patrio no fue pábulo de fetos malparidos entre infantiloides y vergonzantes como sí lo fueron, por ejemplo, el black metal (esos Dark Drakkar) o el jebi con 'j', con sus remedos noventeros muy locos del speed metal que entonces pegaba (Sorcery, por ejemplo, y otros tantos de los que no me quiero acordar, un poco por vergüenza ajena y un poco porque algunos aún siguen en el business). No tuvieron poca culpa de esta copiosidad de tercera categoría las prácticas de ciertas discográficas que trataban de pillar su cuota de mercado a base de publicar a cascoporro y con malísimas producciones, en lugar de mimar cada producto en particular, como corresponde a las casas pequeñas y sin delirios de grandeza; luego eran los primeros en dar la tabarra con lo de que había que apoyar lo local (sí, estoy pensando en Arise Records).

Pero…

esos tiempos pasaron y el presente supone que bandas como Ataraxy fichen desde Zaragoza con una discográfica como Dark Descent, de catálogo impecable y base en Colorado, para escupir un pedazo de obra como es Where All Hope Fades. Teniendo cuenta que los de Colorado se decantan por el death metal pesadón, aplastante y oscuro (o al menos es en lo que tienen mejor ojo), no extraña que el trabajo previo de esta gente llamase su atención. Aunque ya pasaron años desde aquel Revelations of the Ethereal (2012; con un sencillo de dos temas en 2016, The Festival / The Tomb) y, no sé cómo lo verá otra gente, pero a mí me parece que se nota bastante. Y no es que aquel fuera un mal álbum (de hecho, se trata de un pepinazo importante que no hay que perderse, con ojo a supertemazos como Ceremonial Flames), pero se percibe en Where All Hope Fades una férrea voluntad de ir un paso más allá, de no conformarse con hacer «simplemente» otro buen álbum, ¿de trascender? No es que hayan materializado un cambio de estilo, pues mantienen una continuidad bastante coherente, que otorga al conjunto de los trabajos un carácter compacto. En algún sitio vi que se los definía como «new old school death metal» y la verdad es que me parece una etiqueta muy acertada tanto para ellos como para una gran cantidad de bandas que, en los últimos años, están partiendo de presupuestos «clásicos» para dar forma a un death metal de pleno siglo xxi, el famoso un paso hacia atrás para dar dos pasos hacia delante, tal como lo hacen de hecho tantas de las mejores bandas de Dark Descent, como pueden ser Ensnared, Blood Incantation, Spectral Voice o Krypts, frente a la oferta meramente vintage de unos Binha, por no cambiar de casa. Como ocurre con la música de aquellos, todo en Ataraxy aparenta en lo superficial estar hecho para el amante del death metal de siempre, pero no hay que esperar mucho para ver que, sin ni mucho menos crear un nuevo estilo ni pretenderlo, Ataraxy actualiza ese legado. A la vocación de putridez pesada y oscura con recurso a los armónicos desquiciados heredada de (cómo no) Incantation, se suman el uso recurrente de teclados para reforzar la ambientación tétrica (nada de orquestaciones pomposas, por fortuna), renegando de toda mayestática y ubicándose siempre en el terreno de lo macabro, así como de guitarras afiladas y melódicas con tempos percutivos agresivos y constantes, de querencias más jebis (o más thrash, según se mire) que un death metal puramente a la estadounidense, lo que también los acerca al famoso estilo de Estocolmo (también la producción es menos compacta que la de unos Incantation, menos aplastante y más cercana a la de un death metal más primigenio); esto, por otra parte, tanto trémolo y tanto arpegio, ya se sabe, hacen aflorar ese black metal siempre latente en toda buena banda de death oscuro. Sea como sea, basta para escuchar enganchadas la apertura instrumental The Absurdity of a Whole Cosmos y el primer tema al que da paso, el monumental A Matter Lost in Time, para conocer todos los ingredientes de la receta que nos traemos entre manos, que incluye, además de lo dicho y alguna otra cosa (como un cierto regodeo en los desarrollos de las partes instrumentales y en la tendencia de estas a la melancolía apesadumbrada, de aire romanticista, algo muy destacado en el último corte, The Blackness of the Eternal Night), no poca melodía, que no pastel (no sé si estaré loco, pero en algún momento hasta me pareció percibir algún ramalazo de Dissection); luego no hay más que relajarse y dejarse llevar por las voces enloquecidas, violentas pero desesperadas (como si a Van Druunen le saliera bien lo que lleva tratando de hacer toda la vida), que nos narran la visión de existencialismo nihilista que envuelve la música de Ataraxy, una cosmogonía enlodada en la que la presencia del ser humano no solo no tiene sentido, sino que está condenada al sufrimiento y a la irracionalidad. Todo se nos escapa de las manos y estamos destinados a no entender nada. El mundo es una puta mierda y los de Ataraxy lo saben. Si Where All Hope Fades es un himno o una muestra de aflicción, eso queda a juicio del oyente.


El 2018 también promete en Dark Descent lo de Hyperdontia (los dos temas que circulan por ahí, Aura of Flies y Majesty, lo petan en su onda de unos Morbid Angel pero más pesados y oscuros); lo de Malthusian; el black metal agresivo, oscuro y medio desquiciado de Devouring Star; la locura lo-fi y trastornada de Dire Omen, o la brutalidad tenebrosa de Ritual Necromancy. Luego que por qué se nos mueren las plantas de casa.

lunes, 22 de enero de 2018

al pan pan y al pan pan

Muchas cosas querría haber hecho en este blog en 2017, y en muchos otros sitios.
Aquí dejo unos comentarios sobre tres señores discos que salieron este año. Tenía comentarios para montañas más de ellos; a ver si me da tiempo antes de que se termine este doceavo mes. ¿Y para qué? Quién sabe; por eso de haber conseguido hacer al menos algo.

Ofermod -Sol Nox

Van pasando los años y todo el mundo está a la espera, temporada tras temporada, de que se agote la teta del black metal; sin embargo, este estilo comenzó a retomar posiciones a principios del milenio para reuperarse de su propio boom, y, por lo que parece, será mejor no adelantar una crisis del sistema, en vista de los discazos que se han ido sacando desde entonces, y diría que en particular en esta nueva década a la que ya no le queda tanto. Ofermod, que ya habían hecho un trabajo redondo y sorprendente con Thaumiel en el 2012, vuelven a demostrarlo este año con Sol Nox.
Podemos decir que, una vez codificados, ya desde hace años, las pautas y estándares de un black metal arquetípico, como ya pasó con el death metal o mucho antes con el rock'n'roll, tenemos a quienes lo toman como excusa para repetirse y repetir hasta la saciedad lo que ya estaba hecho por otros y no hacía falta volver a hacer, y a quienes sin salirse necesariamente de esas pautas y estándares, tratan de traer ese sonido al momento presente e incluso llevarlo un poco más allá, dando pinceladas sutiles pero poderosas aquí y allá de a qué se podría parecer el futuro; en este caso acompañándose de una producción pulcra pero no plana e inorgánica, con todo perfectamente integrado y un sonido perfecto de batería, que ni tapa ni es tapada ni parece sonar por otro lado.
Atención a los coros progresivamente desquiciados de Smaiut N Set, los cánticos alienantes de Sun Of Dead Seasons o los riffs maléficos de The Alpha Of The Antichrist o To Dare The Tower, entreverados en una masa informe de maldad satánica con un broche de oro en la forma de un cierre sinfónico que nos hace mirar a nuestras espaldas, para asegurarnos de que la niña loca del exorcista no está ahí, a punto de saltarnos a la yugular.
Quien ame el black metal con todas las letras bien puestas y sin ninguna más, poco amigo de teclados pero tendente a una concepción lúgubre de lo atmosférico y centrado en la mezcla de tenebrosa oscuridad y furiosa rabia que nos legaron the [true] true Mayhem, tal y como se viene practicando con acierto en los últimos años por una serie nada despreciable de bandas, sin que lo ortodoxo sea coartada para subproductos infumables y equivocadamente maqueteristas y trabajos de escasa o nula creatividad, encontrará en Sol Nox un asidero seguro, un remanso de paz satánica y satisfacción anticristiana perfecto para pinchar, por ejemplo, en el día de los Santos Inocentes.

Svartsyn-In Death

Tétrico, sucio y brutal. Con estos tres adjetivos nos podemos hacer una imagen limitada pero precisa de lo que nos encontraremos en In Death. Recuerdo que la primera vez que oí hablar de esta banda fue en el pequeño espacio de críticas de metal extremo de la Kerrang!, la mejor sección de una revista pacona como ella sola, que no lo parecía tanto gracias a la esforzada competencia de la Heavy Rock. De aquella acababan de sacar un álbum llamado The True Legend, que, por lo que se ve, regrabaron hace unos años, vaya usté a saber por qué (dudo mucho que con la avidez dolarística de unos Dimmu Borgir regrabando el Stormblast). La verdad es que aquella crítica no llevaba a interesarse por ellos y eso fue lo que hice, no interesarme, hasta este 2017, en que acabé escuchando In Death por puritita casualidad, y menos mal, porque destaca y mucho por encima de la media. Sumérjanse con la bendición de Satanás en la furia imparable y demoledora lobreguez de Seven Headed Snake; en la aridez del medio tiempo de Dark Prophet, sobre cuya base firme y repetitiva se intercalan extraños puentes de percusión, aparentemente sin orden ni concierto, dejándonos confusos durante los segundos en que hacen presencia, mientras el tema va creciendo y transformándose en un extraño trayecto hacia la locura; en la pegada de With Death; en la estructura aparentemente simple pero sofisticada y la extraña combinación de ritmos y riffs e intervención de la voz (que es en realidad el gran secreto de este álbum en general) de Inside the White Mask; la agresividad apenas latente y luego explosiva de Black Thrones of Death, que nos conduce irremisiblemente hacia el caos para redirigirrnos hacia el último tramo y dejar que tomemos el mínimo aliento antes de sumergirnos en la sentencia final de Exile in Death. Sin producción de culísimo (aunque no limpia precisamente, pero sí al servicio de un interés creador y no de la pose fácil), sin banderas de malotes, sin leyendas europeas, sin fotos de andobas pintados y haciendo el canelo en la huerta de su madre y fotocopiadas también de culísimo. Si puedes superar todas esas graves carencias, saldrás ganando, porque quiere decir que no eres idiota, que tienes muy buen gusto, y podrás disfrutar de esta joya.

Dødsengel-Interequinox


Hay que ser muy crac para darle la vuelta al black metal cada vez que lo tocas y que siga siendo black metal. Dødsengel se toman su tiempo para ir facturando discos de los que hacen HISTORIA, así en letras mayúsculas. Si no, el tiempo hablará.

sábado, 13 de enero de 2018

qué noche la de aquel odio

Finalmente me rindo con el desquite que llevaba materializando en las últimas semanas y me resigno a hacer un resumen con todas las notas que tenía apuntadas aquí y allá:

Por ir agrupando, podemos por ejemplo hacer un apartado con las ediciones de la española Xtreem, que destacó con el primero de Totengott (los Celtic Frost más clásicos pasados por el filtro del presente con toda la solvencia que pueda reclamar el troglodita más exigente —UGH!—); el recopilatorio de Neuntoter (totalmente olvidados = muy buen rescate); The Mortal Horizon de Desecresy, banda que, añadiendo lo hecho anteriormente bajo el nombre de Slugathor (porque uno viene a ser una continuación del otro), desde un perfil bajo y haciendo menos ruido que otras sigue creando una discografía sólida como ella sola: unos clásicos presentes; también es de destacar, aunque a otro nivel, Roten Till Allt Ont, de los suecos Dråp, que hacen gala de un grindcore con una producción bastante moderneta y ramalazos muy «visibles» de crust-punk, una forma de hacer música extrema que parece contar con un público bastante amplio hoy por hoy, a pesar de haber pasado por momentos bajos en décadas pasadas. El de Dråp no es el álbum del año pero tiene pegada.

Los chilenos Degotten se marcaron un Hexentrost repleto de black trhash con melodías guitarrísticas que ya les gustaría a los más fieles lacayos de Satán. Parece ser que se trata de un estilo que goza de muy buena forma en ese país, y ahí están también Perversor o Ripper (menos conocidos y merecedores de toda la atención) para constatarlo. Tenía preparada una publicación sobre esto para el blog, pero se queda así, por ahora. De Chile y en otros derroteros (black metal primitivo y caótico a lo Bestial Warlust o Blasphemy) también hay que destacar a Hades Archer con Temple of the Impure. Ojo con Chile.

Hablando de grindcore, nadie debería perderse la recopilación de Meth Leppard o el EP Exhumation of Cadavers for Research and Consumption (pues que aproveche, hombre) de los californianos Posthumous Regurgitation; Dios Carne de Looking for an Answer; el EP Your End de Deathcamp, con un personalísmo sonido, o la demo autoproducida de FilthxCollins, aunque sea solo por la gracia. Tampoco es que haya escuchado la de Dios de movidas en este estilo este año.

 El 2017 ha tenido una cosecha de death metal excelente, que diría el señor Burns, en gran parte gracias a la labor editora de Dark Descent Records. Si el otro día, comentando el trabajo de Incantation hablábamos de cómo el sonido que ellos originaron se ha extendido en los últimos años, hasta un punto en que incluso se ha hecho predecible y ha perdido cierta gracia. Sin embargo, gran parte de los discos destacables que han salido este año suponen una captura del mismo y también una reactualización. Death metal oscuro, pútrido y brutal, en una serie de trabajos con los que uno tiene la sensación de estar escuchando lo bueno de siempre, y al mismo tiempo algo nuevo, probablemente gracias a que tiene eso de lo que a veces tantas veces se carece y que resulta tan difícil de definir como: «alma», más que a cuestiones de novedad estilística. Ya lo hicieron Blood Incantation (también en Dark Descent) el año pasado con el legado de Morbid Angel. Podemos mencionar el Remnants of Expansion de Krypts, el Dysangelium de Ensnared, el fantástico Desolate Enscape de Phrenelith (estos en Extremely Rotten Productions), Engulfed in Obscurity de los turcos Engulfed (Hellthrasher Porductions) o Eroded Corridors of Unbeing de Spectral Voice, quizá el más experimental de todos ellos y que está recibiendo las mayores alabanzas aquí y allá. Recuérdese que todo este resumen es por la rabia de no dejar todas las notitas que tenía sin usar, pero cada uno de estos trabajos pesa por sí mismo y a nivel individual tienen más carácter que Stoichkov. Todos para saborear tomándose su tiempo, mientras nos pudrimos y los gusanos se van comiendo nuestros desechos para abandonar por fin este mundo de mierda.

 A la buenísima cosecha de death metal del 2017 y también en Dark Descent Records, podemos añadir el Misantropologi de Undergang, en este caso con un sonido rítmico e infecto, de cierta querencia punkarra, que recuerda a unos Autopsy o unos Pungent Stench, por mucho que por ahí se empeñen en compararlos también a Incantation & Company. Por fortuna, la portada y el rótulo con el nombre de la banda nos dan pistas muy poco engañosas sobre lo que nos vamos a encontrar; eso sí, tienen sus ciertos reveses y matices. En cualquier caso, directo, agradecido y fácil de escuchar (cuando te quieres enterar, se ha acabado toda la casquería y la diversión). Otro disco sobresaliente para el 2017.
A la saca de death metal cerdo, simple y potente, podemos añadir el autotitulado debut de Pig's Blood; molón, putrefacto y gososo.
Por cierto, no se puede hablar de death metal de la escuela Incantation en 2017 sin hacer mención a The Graveless Remains, el EP de los gloriosos Disma. La voz de Craig Pillard sigue dando mucho, mucho miedo, y Disma sigue siendo una banda de primerísimo orden en el death metal. Sin embargo, por alguna razón, parece que la mayoría de la gente tiene otros grupos mejores que escuchar, y es que ya lo decían los Cramps: People Ain’t no Good.

 Con voces femeninas, el doom death metal de Nostrum, de Vancouver, en Infernal Tomb (en este caso se hace difícil hablar de «disco», aunque sea metafóricamente, ya que está editado en cinta o en formato digital y andando). En el primer tema recurren a la voz limpia, pero nada de las dulces armonías a las que muchas veces parecen abocadas las féminas en esto del metal, sino más bien una tendencia mortecina, monótona y espectral, que unida al estilo sucio, arrastrado y machacón y de temas prolongados de la banda, nos hacen pensar irremisiblemente en los míticos Thor's Hammer. Aunque a mí me hubiera gustado que recurriesen más a este estilo vocal, en el resto del álbum priman las voces guturales. Pero es un apunte personal y lo cierto es que se trata de un trabajo muy agradecido, lento y pesado pero con pegada. También con frontman del sexo_débil_sí_ya_ya Succumb (S/T) de San Francisco, con una combinación de black, death y sludge bien emulsionada, es decir, nada de una parte death por aquí y ahora de repente una parte black y luego un poco de sludge, sino todo bien mezcladito y con un sonido coherente y compacto. A mí me hacen pensar en Dragged into Sunlight, aunque no se trata de una copia ni de un cromo repetido. Tienen un sonido especialmente sucio y fantasmal, resultado en el que las voces tienen un gran peso. Son la banda sonora de la pura nada y molan mucho mucho.

 Con sonido cerdo e incluso algo maquetero también tenemos el death/black metal agresivo y caótico (más por el sonido que por las estructuras) de Your End y su  Le Sombre Triomphe (ojo, que son dos guajetes de Michigan). En un rollo de death/black caótico y con un sonido porquil también cabe mencionar Engraved upon Bleached Bone de Convulsing, aunque con muchos más matices y cambios. De hecho, se trata de una cancionaca de nada menos que 21 minutos más o menos, del split con Siberian Hell Sounds (ya ves tú qué nombres), que supuestamente tienen una tendencia más bien black-crust (y grindcore y tal, aunque yo grindcore veo poco en este trabajo en concreto) y se calcan otro temarraco de 20 minutos más o menos.

 Banished from Time de Black Cilice, cerdo y desquiciado como él solo; Bunker Ritual Rehearsal de Funeral Harvest, y, en menor medida, Czarne Otchłanie i Martwe Cienie de Zmora son tres buenos discos de ese black metal de producción maquetera y portadas en blanco y negro, de actitud congelada en los noventa (y más en concreto en los clásicos de Darkthrone) y que, para bien o para mal, siempre va a estar ahí, a veces para que nos sonrojemos, a veces, como es el caso, para que pasemos un buen rato (ojo sobre todo al de Black Cilice, guarrería infernal de primer orden).
No exactamente en esa onda pero casi, aunque más con los pies en el presente que en el pasado, tenemos el Malediction de Vassafor; un trabajo potente y guarrote de black metal, muy en la onda del rollo ortodoxo oscurote tal y como se está haciendo de un tiempo a esta parte, pero con una tendencia algo cerda y caótica que les da un toque personal. Hay que darle una oída.

 Dos trabajos que esconden mucho más de lo que parece son el Arrayed Claws de Lorn (y eso que, por alguna razón, no suele haber bandas italianas entre mis predilecciones) y Paralys de Wulkanaz. Ambos con una etiqueta de black metal que los define perfectamente y a la vez se les queda escasa, a cada uno a su manera, ofrecen sendos puñados de canciones marcadas por un estilo personalísimo, que no se traduce en complicaciones instrumentales ni en enrevesamientos o mezcolanzas innecesarias. Wulkanaz en una onda más psicodélica (no hay más que ver la portada), Lorn más en la onda del rollo asonante tan en vogue en la última década, pero sin sonar a los otros trescientos mil grupos que hay por ahí sueltos. En ambos casos, creo que los músicos se toman la molestia de hacer algo que atrapa al oyente, no conformándose con dejar que sea el oyente el que se tome la molestia de buscar que el disco lo atrape bajo el pretexto de que hay que hacerse al gusto porque es experimental. Oigan el temazo «Abstract Trap» y verán de qué hablo. Esto hay que escucharlo, camaradas. Por cierto, que Wulkanaz sacaron también un EP titulado Boldwughe en 2017, que no tengo muy escuchado pero que también parece interesante y distinto, aunque de un modo diferente a Paralys. Este tiene pinta de ser el típico tío que, si puede, saca todo lo que va grabando.
Un grupo que también me gustó mucho este año y parece que se está llevando bastantes flores han sido Powertrip con Nightmare Logic, en el que hacen gala de un sonido crossover con una producción muy pero que muy metalera, sin renunciar por ello a las raíces hardcore (afortunadamente, no hay doble bombo en este álbum, y esperemos que siga siendo así en el futuro). Precisamente, los descubrí en los comentarios del video de Youtube de un álbum de los Cro-mags, porque alguien pedía que le recomendaran bandas similares actuales. No es que sean superparecidos, ya que son mucho más metálicos, pero sin duda son la evolución del sonido Cro-mags (y otros) en el 2017. No es su primer trabajo.
Hay que decir algo del nuevo de Iron Monkey, sin sorpresas a destacar pero con canciones para gosar, es decir, lo que se esperaba después de tantos años: el rock’n’roll putrefacto e infectado de mierda y marihuana con el que saben hacernos mover el cucu. Y hablando de rock’n’roll infecto, también se marcaron un gran Evil Sound Screamers los Acid Witch. Esta banda debería gosar de más reconocimiento, porque son muy cracs y porque saben hacer canciones guays y ser entretenidos al tiempo que dan vida a un estilo personal como él solo, sin imitaciones baratas ni clichés mal utilizados. Quizá no son un grupo hecho para un público en concreto y ese sea el fallo. Ojalá que se jodan los públicos concretos y que Acid Witch puedan forrarse algún día gracias a su death-jebi'n'roll blasfemo lo-que-sea, opioatmosférico y gamberro. Y, hablando de rock'n'roll satánico y blasfemo, Midnight saldaron el 2017 con la compilación Shox of Violence, en la que se incluye el EP del mismo título y un puñado de versiones, todo muy molón, y con un álbum hecho y derecho, Sweet Death and Ecstasy. Midnight no han inventado la pólvora, pero merecen (o más bien merece, así en singular) un puesto de honor en las filas de satán. Si Venom hubieran sido capaces de traer su sonido al siglo XXI, serían Midnight. Ni un segundo de aburrimiento; garantizado. En el rollo black trash jebi whatever, también tenemos a Malokarpatan, con Nordkarpatnland, que debe de querer decir algo así como los Cárpatos del Norte, ¿no? Primero me pasó un poco sin pena ni gloria, pero volví a escucharlos y valió la pena (esa época en la que el acceso a la música era muuuucho más limitado tenía sus ventajas, con la cinta que tenías te jodías y la escuchabas hasta que le sacabas algo). Hay algún punteo de guitarra de esos que se queda uno pensando si será un homenaje a Iron Maiden o directamente un plagio. Molan mucho y no hay que dejar que la ridícula portada nos eche atrás.

Con querencias thrash pero definitivamente black metal (sonido en plan primera ola) oscuro y agresivo y una portada más old school que los Phoskitos, así es el Storm of Witchcraft de Malleus, que son muy punkies y editan en cassete, o cinta, como se decía. De la rapidez y los punteos desquiciados de Wind of wrath/Ire a la siniestra pesadez de Demonology I, Malleus no han inventado la pólvora, pero se han marcado un trabajo que ya quisieran tantos paladines de la vanguardia.

 Los míticos Fleurety sacaron su esperado retorno, The White Death. Lo cierto es que cuando oí el adelanto «The Lament of the Optimist» me quedé algo decepcionado. Supongo que la discográfica se fue a [lo que algún lumbreras pensó que era] lo fácil; el caso es que esa canción no muestra todo lo que hay en este trabajo, que es mucho. Partiendo de una crudeza lofi que nos remite a un Race of Cain de Forgotten Woods o incluso a un Goatlord de Darkthrone (también por la querencia experimental sin grandilocuencias e incluso algo kitsch), Fleurety nos sumergen en su mundo raro, en cimentación desde casi el primer momento en que tocaron el black metal, con su demo Black Snow y sobre todo con el EP subsiguiente, A Darker Side of Evil, de 1994, una época en que, como en toda buena obra en construcción, todo parecía novedoso de manera natural. Cuando se escucha el disco completo, las canciones de adelanto adquieren pleno sentido en el todo;  muy al contrario de lo que las discos suelen pretender con los adelantos, a saber, que sean un cebo para un resto de obra no tan cautivador. Muchos dirán, y ya se está diciendo, que se trata de un disco tosco y aburrido, y entretanto se seguirán tragando lo nuevo de Satyricon (que hay que decir que da la impresión de que este año han mejorado con respecto a una larga lista de trabajos anteriores en los que se habían estado dedicando a aburrir hasta a las ovejas), Sarke (con un trabajo que tampoco está mal, y que hasta es recomendable para quien se decante por sonidos más jebis y menos extremos, pero que acaba resultando monótono) o Witchery (a la basura con esta puta mierda).

Por cierto, otros noruegos que se han marcado un trabajo de estos que primero te dejan un poco sin saber qué decir (al menos a mí) son Urarv con Aurum. La primera vez que lo escuché aguanté poco y me pareció que no me decía nada de nada, pero le he ido pillando el tranquillo y me va enganchando. Hay algo de Emperor, algo de los últimos Darkthrone (ya, ya, ¿pero qué últimos Darkhrone?), algo de rollo vikingo (pienso en Bolzer) y más cosas, todas pasadas por un tamiz de sarcasmo que al mismo tiempo se toma en serio a sí mismo y que creo que es el secreto de este trabajo y en general de todo lo que roza el nombre de Dodheimsgard (de hecho, estoy convencido de que Vicotnik estuvo en Naer Mataron —que, por cierto, también sacaron álbum en 2017— para reírse de ellos), algo que quizá no había pillado al principio. De todas formas, aún no me decido; el veredicto final puede llegar a ser negativo, pero vale la pena escucharlo y hacerse una idea propia, aunque sea solo porque el disco tiene nombre de cerveza.

De escandinavia pero de pal otro lao son Arckanum y Grav. Los primeros o el primero nunca será(n) cabeza de cartel del Primavera Sound, pero no necesita(n) presentación para quienes ya tienen más de una vueltecita en el mundo del black metal, aunque sea solo por sus portadas, muy personales pero a veces un poco risas. A lo largo de su carrera, Arckanum se ha(n) marcado más de una joyita (destacando el mítico Kostogher), a las que hay que sumar este Den Förstfödde, en el que de nuevo arremete(n) con su black crudo y oscuro para llenar la cabeza de pesadillas a quien no la tenga ya sufiientemente jodida; en esta ocasión con más recurso a tempos lentos en algunos temas, con un carácter hipnótico y cortante, que en anteriores entregas. En teoría, el grupo ya no existe, porque su líder y único miembro va a centrarse en su carrera como autor de obras de espiritualismo nórdico y mitología. Despedida a lo grande. Se puede ir contento, porque digan lo que digan las listas de ventas su nombre queda grabado en piedra en la historia de la música oscura.

Grav es un figura de primera que en el 2017 se marcó sendos discos completos (Projektioner af Dod Tomb of Agonypara ser más exactos) y un EP (Fordaervet Djaevelskab), además de una compilación que circula por ahí, creo que de sus demos. Tiene mucho mérito atreverse a sacar dos trabajones y un trabajín de una tacada el mismo año. A este tío le gustan las melodías macabras y fantasmagóricas, y básicamente a demostrarlo con ahínco se aplican en estos trabajos. Si hubiera que destacar alguna diferencia, diría que Projektioner tiene un sonido menos sucio, menos reverberativo, mientras que Tomb of Agony (y también el EP), aunque siempre con base en las atmósferas espectrales, recurre más a la pegada, a la potencia, pero son dos caras de la misma moneda y ambas obras se ubican en un mismo modo de entender el black metal; no se trata de la obra de un autor que no se decide y opta por sacar su obra en distintas partes según el patrón por el que esté marcada. La sonoridad de base es la misma y habiendo disfrutado uno, se puede ir al otro con los ojos cerrados. Sir N. el pavo de Grav, sabe qué sonido quiere y, al menos este 2017, no le hace falta más. 

 El split de Werderanger y Urfaust vino pequeño pero matón. Muchos de los seguidores de Urfaust no llevan muy bien sus últimos trabajos, así que debe de ser que no habían entendido (y mira que estaba claro) que de Urfaust es mejor no esperar absolutamente nada e ir digiriendo lo que nos vayan soltando. Lo que sería imperdonable (obviamente) es un cambio orientado al dólar, pero de momento, de eso, nada de nada. No conocía a Werderanger y me han gustado. El split casi funciona como un solo trabajo con dos partes diferenciadas, algo así como el Low de David Bowie.

 Y junto a Urfaust diría que van muy bien (DOLCH) con An den Mond, un ¿EP?, ¿single?, que en fin, constituye una suerte de psicodelia medieval pasada por el filtro el dark folk y ruido guitarrístico de fondo. Mola bastante, son de Alemania, y no había oído hablar de ellos en mi vida.

 Y también en cosas raras, aunque no tanto, podemos meter el Mirror Reaper de Bell Witch, que ya apuntaban muy buenas formas con el Longing, con el que yo los conocí, pero que aquí se superan. Dicen que si sludge que si funeral doom que si tal que si cual; a mí lo de Bell Witch me parece muy difícil de definir; hora y media dividida en dos, atención, dos temas de progresión en intensidad ritualística para escuchar del tirón, con alguna voz gutural y alguna voz limpia aquí y allá.

 Quienes se mantienen en muy buena forma, contra todo pronóstico, son Blut Aus Nord. Y escribo «contra todo pronóstico» porque después de años y años de demostrar puntualmente la buena forma de su creatividad, uno espera que en algún momento den el tropezón y la creatividad (o el buen uso de la misma) se acabe; así de retorcidillos somos. Deus Salutis Meae explora unas sonoridades lofi y minimalistas (ojo, siempre hablando de Blut Aus Nord, es decir, lofi y minimalistas a su manera) que ya habían tocado en Codex, pero que aquí despliegan en forma de largo y con un mayor despliegue de matices y detalles. Hay un poco de la asonancia marca de la casa, un poco del pluscuamperfecto MoRT y un mucho de la visión rica, compleja, enredada y poco ortodoxa que Blut Aus Nord tienen del black metal. Crearon un estilo que hoy por hoy tiene imitadores como setas, ninguno de los cuales los ha superado y de los que muy pocos les llegan al nivel. Eso sí, como todo en esta vida, tiene sus detractores. Que los follen.

 En un rollo entre lo asonante y el desquicie instrumental y ubicados en un extraño limbo entre el death y el black (aunque se los etiqueta más bien como death metal), por cierto, se han marcado Ulcerate un Shrines of Paralysis con Relapse que quita el hipo. Oscuro, agresivo y retorcido como una granizada en un día de picnic. No gustará a quienes solo disfruten de las auténticas y genuinas imitaciones eslavas subproducidas de Darkthrone; el resto de seres humanos se encontrarán con una joyita buena, y es que Relapse, a pesar de todo, nos sigue dando muy buenas sorpresas.
Este año también nos trajo desgracias, entre otras, a los Cyhra del señor Jesper Stormblad, que en fin…

 Una curiosidad a mencionar es el de Sinnerangel, un álbum que descoloca un poco para mal, pero no sé si será que es porque, al final, lo de entender las letras (se les ocurrió cantar en castellano y que encima se distinga lo que dicen) no será un jándicap en esto de las extremidades sonoras (por decir, porque extremos extremos superextremos no es que sean). 

 Premio también a Eximperituserqethhzebibšiptugakkathšulweliarzaxułum, por tener el nombre más absurdo de la historia, además del más difícil de leer (mirad el logo y decid si no), y mira que era difícil. Hay que decir que ya tienen años a sus espaldas, pero yo los descubrí con el EP que sacaron en 2017.

 Un grupo que me habría gustado comentar en más profundidad y que aún puede entrar en este compendio de lo extremo, por primohermanamiento, son Rope Sect, con su especie de metal gótico, rock'n'death o como se quiera llamar, un estilo que hacía tantos años como pasaron desde mi adolescencia que no me daba algo que me atrapase. Sacaron su primer álbum este 2017, y aunque no es un trabajo redondo, tiene bastantes temazos y se escucha de un tirón bastante bien. Tampoco desentonarían en este compendio Bloodlust de Body Count o Post Self de Godflesh, que parecen estar, a pesar del paso del tiempo y de Jesu, en estado de gloria.

 Hasta aquí (que ya es bastante) dan las notas que había ido apuntando a lo largo de 2017, con la intención de ir escribiendo comentarios y críticas individuales o en grupos más pequeños sobre todos estos trabajos/bandas. Cuando decidí ponerlo todo junto para que no fuese trabajo (o afición) perdido(a) —y esta era la única intención para haber escrito toda esta parrafada, no ofrecer otra lista con lo mejor de 2017 ni un resumen del año, aunque lo acabe siendo—, también era mi objetivo tenerlo listo antes de que terminase el año, pero no acababa de darlo hecho, por eso algunos tramos pueden parecer escritos como si 2017 aún no hubiese acabado y, de hecho, aún estuviésemos en él, pero no, 2017 ha muerto y ahora solo queda dedicarle un buen temita death.

martes, 19 de diciembre de 2017

life death

este año hubo varios regresos musicales de ¿viejas? glorias que llevaban tiempo dando tumbos y que sin embargo han ofrecido material muy solvente. en particular, Incantation, Sinister y Dying Fetus nos han dado alegrías que ya no esperábamos, por lo menos quienes queremos música y no nombres.

Incantation han regresado con Profane Nexus y creo que a muchos les han dejado el mismo buen sabor de boca que a mí. Parece que fue ayer cuando sacaron Infernal Conquest, momento cumbre del grupo y curiosamente el inicio de la cuesta abajo. The Infernal Storm mantenía el tipo (yo aún lo incluiría en la lista de discos obligatorios de Incantation, incluso) pero, sobre todo a partir del siguiente, Blasphemy, dejaron de convencer. No les pasó nada distinto de lo que les pasa a tantas bandas: lo que había sido un sonido característico y personal como pocos se acabó convirtiendo en una fórmula repetitiva. Con cada disco, daba la impresión de que los miembros de la banda sabían exactamente qué era lo que había funcionado y trataban de recuperar la magia tratando de repetir los mismos pasos, a ver si funcionaba, como quien retoma el camino por el que fue dejando los garbanzos o sigue las baldosas amarillas sin salirse ni un paso. Siempre se hablará de si falta tal o cual miembro, que si la formación mítica no sé cuál, pero lo cierto es que la falta de inspiración y el dejarse devorar por la espiral de lo que una vez fue la propia creatividad no hay ser que lo cure. Lo cierto es que todos eran buenos discos, efectivos, que cumplían, vaya. Habría que ser muy zopenco para no darles el aprobado, pero a una banda de 10 se le pide como mínimo un 7, no un 6 o hasta un 5 raspado, y mucho más en esta época de saturación y vaivén de grupos. Lo cierto es que mientras ellos iban cuesta abajo, les salían imitadores por todas partes (este milenio en particular ha sido muy profuso en grupos de death metal guarro, complejo y oscuronón; el legado del Infernal Conquest, podemos suponer, que salió en 1998, pero quién sabe… También es verdad que durante los 90 el Death Metal estaba en formación y los subestilos estaban por crearse y codificarse). Pues bueno, el caso es que, para muchos, ya volvían a apuntar maneras con sus dos anteriores, Vanquish in Vengeance y Dirges of Elysium, y probablemente con Profane Nexus van un poco más allá y cumplen lo que venían prometiendo desde hace unos años: un disco de death metal sucio, pesado, oscuro y jodido como el infierno o como la peor de las cloacas de este planeta. Parece que estaban calentando motores y la maquinaria vuelve a ir a pleno rendimiento. No se trata de que se hayan calcado otro Infernal Conquest, sino de que este es un álbum de Incantation como hacía años que no se esperaba, muy por encima de las expectativas, y que cumple con el estatus de leyenda de la banda. Si bien cuando lanzaron la canción de adelanto, Muse, la sensación era más bien de que se trataba otra vez de lo mismo, por no decir que no me gustan nada los videoclips que lanzan las ¿viejas? glorias últimamente (desde hace años), todos posando con cara de malotes y tocando en directo, en plan jebis pacones con más pinta de Rosendo que de Dave Vincent en los buenos tiempos, pero una vez superado el susto y metido de lleno en el álbum, se vencen los prejuicios y hasta se descubre que Muse es un tema bastante potente.
Como si nos estuvieran destripando bajo un sol de justicia y poniendo nuestras tripas a secar ante nuestros ojos mientras devoran nuestra carne. Así son Incantation cuando están en forma y así, se desprende, es Profane Nexus.
Atención a temazos locos como «Visceral Hexaedron», «Incorporeal Despair», «Omens to the Altar of Onyx» o el monumental «Ancient Arise», que se alternan con la brutalidad segura y asesina de «Xipe Totec» o «Lus Sepulcri». Aunque hay que decir que, como todo lo bueno de Incantation, constituye un trabajo compacto que es mejor escuchar como unidad, y la brutalidad y oscuridad son elementos de presencia constante, en dialéctica tenaz independientemente del tema: la cuestión es si la pesadilla acabará antes cuando reventemos de miedo o de dolor.

Otros que han vuelto este año son Sinister, una banda de la que siempre pensé que su momento de gloria coincidió con un momento de inspiración casual, porque lo cierto es que todo lo bueno lo dieron entre el 92 y el 95, y desde entonces solo hacían cosas mediocres. Los escindidos Houwitser no tuvieron mejor suerte, y al mundo del death metal solo aportaron un nombre nuevo y mucha pose. El caso es que, quién sabe qué coño ha pasado, pero van y se marcan el Syncretism y resulta que es un disco cojonudo, de esos de enmarcar, de poner sin parar en el reproductor, porque no solo es bruto y despiadado, sino que además es pegadizo y engancha. Una cosa que uno cree aprender con los años es que, cuando el tiempo pasa por una banda y no hace más que sacar futilidad tras futilidad, por mucho que se esfuercen, así se va a quedar la cosa, independientemente de que cuenten con una legión de fanáticos, críticas en las revistas chachis (vía el dinerito de Nuclear Blast), bolos de sobra y me imagino que pasta para vivir de la música: cuando a un grupo de treintañeros se les va la inspiración en la treintena, muy rara vez les vuelve por arte de magia en la cincuentena (y si no, que se lo pregunten a Cannibal Corpse, que llevan años haciéndose ricos por dar la turra). Pero parece que Sinister fueran un día paseando por un parque holandés cualquiera, resbalasen con el gélido hielo invernal y se diesen tal hostia en la cabeza que se acordasen de cómo hacer buena música. Syncretism no es solo un gran regreso, es que está a la altura de la mejor obra de Sinister; que un disco de death metal noventero suene fresco y enganche como lo hace este, hoy por hoy, cuando tantas bandas «de siempre» se dedican a repetir las mismas estructuras y ritmos una y otra vez (y ese, amigos, como siempre, como en tantos estilos, es el problema), cuando los niveles de brutalidad, complejidad e innovación en este estilo han llegado tan lejos que es difícil llamar la atención con las sonoridades clásicas, y más cuando continuamente aparecen nuevas propuestas que las revisan, renovándolas y trayéndolas directamente al presente y quitando tronos aquí y allá… en fin, que un disco de death metal noventero suene fresco y enganche como lo hace este, con todo ese percal, es un gran mérito. sonido compacto, consistente pero no inorgánico, y una voz cavernosa e intensa (eso sí que siempre estuvo ahí). hay que destacar el uso de teclados, cuya misión no es resucitar a base de sobreproducción canciones que han nacido muertas, como tantas veces pasa, sino reforzar su atmósfera y pegada, y contemporaneizar de algún modo el sonido de la banda. Sinister ya habían hecho alguna cosa con teclados aquí y allá, pero nunca habían hecho de este instrumento un elemento de presencia constante en todo un álbum, y hay que decirlo: les queda bien. huelga decir que The Post-Apocalyptic Servant no era ni mucho menos un mal trabajo, y que en retrospectiva se puede decir que el gran regreso se veía venir, aunque el soso disco de versiones Dark Memorials no había ayudado a reforzar esta sensación, precisamente. The Post-Apocalyptic Servant es un disco que empieza muy alto y luego va perdiendo fuelle, con demasiados altibajos como para pensar en él como un disco redondo. Es verdad que tengo que decir que, de hecho, lo estoy volviendo a escuchar últimamente y me está gustando más de lo que lo hizo en su momento (ay, la desgana). Recomiendo a todxs el mismo ejercicio de revisión. Sea como sea, en Syncretism se achatan las esquinas. Si ya tienes tu lista con lo mejor del 2017 y no habías escuchado Syncretism, vete pensando lo que vas a quitar.

Dying Fetus son nuestros garrulos favoritos y vuelven con Wrong One to Fuck With (ups, perdón por lo de «garrulos»). Después de marcarse una serie de discos memorables, que, junto a los de otros tantos grupos, marcaron de hecho época, elevando el death metal a nuevos niveles de brutalidad e intensidad y empezando a convertirlo en lo que es hoy (a marcar la diferencia, en fin, entre un death metal old school o clásico o como se quiera llamar y un nuevo tipo de death metal más del siglo XXI, durante unos años en que la etiqueta «brutal» parecía quedarse obsoleta con cada nuevo lanzamiento para el lanzamiento anterior: son los años gloriosos de Deed of Flesh o de Cryptopsy, de la demo de Afterbirth o el Thy Hideous Wake de Disgorged o de las demos de Embrionic Death y Entity, ambos pioneros de la ultracafrería): durante el cambio de década e inicio del milenio el asunto se había puesto rebestia, con asuntos como el Disgorging the Dead de Sintury, el Cerebral Cereal de Pyaemia, el She Lay Gutted de Disgorge, lo de Gorgasm o el Instruments of Torture de Brodequin habiendo descompuesto el panorama, por mencionar unos muy pocos ejemplos de un periodo marcado por una espiral ascendente hacia la brutalidad más alienante y trituradora. nuestros cráneos podían aguantar hasta límites insospechados las continuas hinchazones de nuestros inútiles cerebros. Purification Through Violence, Killing on Adrenaline y Destroy the Opposition fueron (y son) sus álbumes míticos; habiendo comenzado con una clara vocación gore, se fueron internando en el terreno de la politización de las letras, criticando las guerra de Irak y a la administración Bush en conjunto, e introduciendo temáticas de mensaje claramente anticapitalista y consumista, en temas como Pissing in the Mainstream u Praise the Lord (Opium for the Masses) o con líneas del tipo: «Fuck these corporations and their fucking record stores» o «Fuck your Spice Girls and your fucking Pearl Jam», en el tema Fuck your mother, Rape your dog (que, todo sea dicho, nadie adivinaría de qué habla si por el título fuera). ¿Y qué pasó? Pues que Jason Netherton, bajista y cantante a pachas con John Gallagher, letrista y parte importante de la composición, se pira y se lo monta con Misery Index, banda menos ambiciosa en el concepto musical que Dying Fetus (me parece a mí, vaya), con el tema político completamente en primera plana y una discografía sólida como ya la quisieran para sí sus antiguos compañeros de grupo. Entretanto, John Gallagher se dedica a ir diciendo en diferentes entrevistas aquí y allá que en realidad el resto de la banda no estaba de acuerdo con los mensajes que Netherton transmitía con sus letras, que se sienten ciudadanos estadounidenses y que el 11-S estuvo muy mal y a los iraquís que los den por el culo (vale, no es eso lo que dijo literalmente, tampoco lo estoy entrecomillando); y la verdad, me parece que hay que ser un garrulo de campeonato, porque una cosa es que no creas que las letras son lo importante y otra cosa es que te pases años siendo lanzadera para un mensaje del que estás en contra. La verdad es que uno se imagina a Gallagher tocando la guitarra y jugando a la Play 24/7, sin pararse a pensar en todo esto hasta que Netherton se marchó, porque si no, no se explica. Bueno sí, cualquier cosa se explica, porque la premisa básica está más que demostrada: Gallagher es un puto garrulo de cuidado. En fin, el caso es que tratan de no alejarse estéticamente de su estética de ciudadanos politizados y cabreados, pero adaptándola a la clase media-alta yanqui de la que forman (y probablemente siempre formaron) parte, lo cual queda bastante ridículo, como esas bandas con letras satánicas que luego resultan profesar la fe cristiana. Pero el problema, el auténtico problema, porque a mí que en Baltimore, Maryland, haya un puto garrulo llamado John Gallagher me la suda, es que comenzaron a sacar discos bastante poco inspirados.
De nuevo, como pasa con las bandas que ya tienen un nombre, eran suficiente para rentabilizar, hacerse una girita, tener críticas más o menos amables en la prensa guay y vivir de la música. Hay que decir que el rollo rítmico de Dying Fetus disimula mejor un álbum anodino que la brutalidad doom de Incantation, como el pan o el azúcar al hambre, aunque personalmente he tenido cosas mejores de las que ocuparme estos años que de los discos repetitivos e insulsos que han estado sacando los otrora grandiosos Dying Fetus. Y mira tú, aunque siguen siendo unos garrulos, como ya han tenido tiempo de demostrar en las entrevistas de promoción, resulta que por alguna razón también han vuelto a encontrar la inspiración cuando nadie lo esperaba, y se han marcado un Wrong One to Fuck With que los devuelve a sus mejores tiempos. La rítmica vuelve a estar ahí para mover nuestro esqueleto zombi y no para rellenar, los tecnicismos enrevesados al servicio de la contundencia y la brutalidad y no del aburrimiento, las letras… las letras están en inglés y es death metal, que nadie se preocupe. Prueben a escuchar los temas de adelanto, Fixated on Devastation y Die with Integrity y verán de qué les hablo. Luego sumérjanse en el resto del álbum. Valdrá la pena.

También tuvimos un regreso afortunado de Morbid Angel, pero fue hace nada y aún no ha habido tiempo de digerirlo (eso sí, está decidido: regreso bueno).

Otra mención especial para Immolation, que siguen de capa caída por mucho que los fanáticos se empeñen en qué van dando lección tras lección. La verdad, nunca entendí por qué la caída de Incantation resultaba tan patente mientras que todo el mundo seguía babeando con Immolation, que van con tres cuartas de lo mismo, repetición cansina de fórmulas y falta de inspiración, pero encima con una media de calidad que en conjunto queda muy por debajo.

También para los Cannibal Corpse, que ya son todo un grupo viejuno (como concepto) por derecho propio (llenan conciertos y no tienen problema en que sus seguidores les compren el mismo disco una y otra vez).

También volvieron Broken Hope, con Mutilated and Assimilated, el segundo trabajo desde 1999. Parece que se lo toman con calma. Este álbum no les sacará de su condición de banda histórica que parece relegada a un segundo plano y de la que nadie se acuerda en las conversaciones ni destaca ninguna obra en particular. Es un caso tan repetido que debería haber una palabra para esto.


En fin, esto es todo. Ya era hora.