Muchos años han pasado desde aquel glorioso By the Blessing of Satan, segundo y para el que suscribe mejor
disco de toda la carrera de Behexen. En muchos aspectos no es arriesgado decir
que Behexen, cuyo primer trabajo es del año 2000 (Rituale Satanum, aunque su historial de maquetas, etc. la remontan
mucho más atrás en el tiempo), fue una de las puntas de lanza de la nueva
escuela de black metal agresivo y oscuro que se ha hecho con el protagonismo en
los últimos años. Recuerdo que aquel trabajo, sin ofrecer necesariamente algo
nuevo (era básicamente una muestra de lo que entonces se denominaba en los
catálogos como raw black metal), se recibió como un soplo de aire
fresco, en gran parte porque las bandas en las que predominaban los teclados,
lo sinfónico y lo emocional habían estado llevándose todo el protagonismo de
unos años a esa parte, a pesar del éxito de otras propuestas más abrasivas,
como la de Marduk. Siempre hubo grupos que rehuían aquel modelo (Finlandia, de
hecho, es una cantera clásica de esa clase de sonoridades, con ejemplos como
Beherit, Horna, Archgoat o, tachán, Impaled Nazarene) y, claro, siempre hubo,
en consecuencia, un público para ellas, pero era más minoritario que el de la
onda sinfónico-melódica o se contaba más entre los amantes del death metal o
incluso del grindcore que de lo que es propiamente el black metal, que llevaba
años ampliando su público de forma exponencial, pero a costa de definirse en
las orquestaciones, melodías, ambientes, emociones, etc. Entonces llegó el By the Blessing y fue como abrir los
ojos. Eso era lo que la gente estaba buscando en ese momento: velocidad, brutalidad,
devastación, satanismo caótico, producción guarra pero potente y mucha locura
infernal.
La otra fórmula ya no daba más de sí, y el black metal más brutal se hacía
paso a codazos. Por otra parte, había bandas como Behexen, que llevaban
infestando el mundo desde 1994 mientras esperaban pacientemente su momento,
dispuestas a darlos con toda la maldad que Satán demandaba. No se trataba del
primer álbum de un nuevo grupo que «casualmente» le daba al público justo lo
que pedía en aquel momento, es decir, de una jugada comercial, sino de la
recompensa a una imperturbable devoción.
By the Blessing of Satan es uno de los discos imprescindibles de la historia
del black metal y candidato de honor al mejor trabajo de la primera década del 2000.
Quien no sepa o quiera ver esto no sabe ver o lleva toda la vida mal e
irremediablemente borracho.
Tuvieron que pasar 4 años hasta su regreso en largo con My Soul for His Glory, álbum en el que
Behexen parecieron haber asimilado las lecciones de quienes probablemente se
habían inspirado en ellos y de otros que habían mantenido encendida y vigorosa
la llama del black metal ortodoxo. Una producción más potente, inclusión de
voces mucho más graves y también más variadas y énfasis en la majestuosidad con
recurso a las guitarras y no a los teclados, pero, al mismo tiempo, también en
los aspectos más negros y tenebrosos que había presentes en su música. No es
que hubiese un cambio de estilo ni muchísimo menos, pero ciertos elementos de
su música se vieron reforzados y digamos que el sonido actual de Behexen
comienza a asentarse de un modo más firme a partir de entonces.
Después vino Nightside Emanations,
un trabajo encomiable que, a grandes rasgos, no aportaba novedades. De modo que
el descrito en el párrafo anterior es hoy por hoy el sonido de Behexen, de
quienes, a toro pasado, se pueden decir muchas cosas, y una de ellas no es que
hayan grabado un solo disco malo.
¿Y qué hay en The Poisonous Path?
Pues unos himnos al mal, a la misantropía y a la oscuridad bastante guapos. Los
dos primeros temas, The Poisonous Path
y The Wand of Shadow, recuerdan al
sonido sueco del tipo Marduk (particularmente), Throne of Ahaz o los primeros Dark
Funeral. En el segundo de los temas meten unas voces limpias como de misa
cantada, en esa tradición que va desde De
Misteriis dom Satanas (el tema, no el álbum) a la movida de Batushka. En Cave of the Dark Dreams meten algún
ritmo crust-rock’n’roll (que se acentúa en A
Sword of Promethean Fire e irá reapareciendo aquí y allá a lo largo de todo
el trabajo) a lo Hellhammer para
empezar, y luego ya se meten de lleno en la lobreguez épica que caracteriza a sus
últimos álbumes, quedando desechado cualquier rastro del mentado sonido sueco. Esto
no quiere decir que el sonido de los dos primeros temas y el de los
subsiguientes no encaje o que no haya coherencia de sonido. De lo que uno tiene
la impresión es de que han aprovechado la contundencia de los temas iniciales
para irnos metiendo en donde nos quieren tener, una vorágine de oscuridad
despiadada y caníbal. Todo está siempre trabajado a la Behexen y The Poisonous Path es un disco compacto
y de personalidad marcada. Se puede uno ir a lo obvio, y decir que The Poisonous Path no es By The Blessing of Satan, o bien se
puede uno parar a pensar dos segundos y darse cuenta de que el 2016 ya se
acaba, y pocas bandas habrán logrado publicar un trabajo como The Poisonous Path.
En realidad, basta una palabra: intensidad.
*nota i: Esta
crítica se escribió casi en su integridad en agosto de este mismo año, pero
hasta ahora no hubo tiempo de dar los últimos retoques. El deseo de no
demorarla más es la causa de que quizá resulte precipitada en su último tramo.
** nota ii: Se quedaron
muchas críticas de discos en el tintero; es posible que se usen para alguna
entrada el año que viene, pero, por si acaso, queda ahí una lista de cosas que
vale la pena destacar este año (no están todas las que son pero son todas las
que están; o no): Layil, de Insane Vesper; el mini de Deathspell
Omega (los Mayhem ya estaban mordiéndose los puños mientras esperaban a que
esta gente sacase algo de una vez, porque si no iban a tener que inventarse
algo nuevo); lo de Surgikill, una cerdada la mar de rítmica y pegadiza; el de
Inquisition; el de Destroyer 666, que se diseminó aquí, dejando constancia de
que era de lo mejor del año independientemente de lo que quedase por venir, y
tanto ha sido así que hasta los de la Mondo Sonoro lo han incluido en su lista
(y eso da miedo); el Death gives unto life, de los serbios Kozeljnik, que es una puta joya; el mini In the Darkness
the Path, de Cloak; el de Urfaust; el Element
of Destruction, de Black Priest of Satan, tan lo-fi como sorprendente; el
mini de Ritual Death, con cuyo título no quisieron comerse el tarro (Ritual Death); Sepulchral Psalms from the Abyss of Torment, de Kingdom; The Oath of an Iron Ritual, de Desaster, que tiene una pegada que
ni Rocky Marciano; Le dernier crépuscule de Chthe'ilist (death metal y temática del Majora's mask, ¿es posible? Es posible, está pasando); el Star Spawn de Blood Incantation (demasiado bueno para ser verdad), o el Door into
Emptiness de los bielorrusos Vada: cerdo, ambiental, ecléctico, raro y muy
guapo para ir conduciendo por secundarias sin quitar el ojo de la carretera.
Edito (12/01/2016) para incluir: los DOS álbumes que Fistula se marcaron en este 2016 (Longing for Infection y The Shape of Doom to Cumm)))); el de Wormrot, Voices; Ruins de Body Void, que resulta cuasiredondesco si se escucha del tirón, como conjunto, o Lifespam of a Moth, de 16. También es destacable el de Conan, pero la sombra del Monnos sigue siendo alargada. En sonoridades más blacksabbatheras, Moon Coven lanzaron un homónimo bastante potente.
No sé dónde tenía la cabeza para no haberlos mencionado la primera vez que publiqué esta entrada.
Edito (12/01/2016) para incluir: los DOS álbumes que Fistula se marcaron en este 2016 (Longing for Infection y The Shape of Doom to Cumm)))); el de Wormrot, Voices; Ruins de Body Void, que resulta cuasiredondesco si se escucha del tirón, como conjunto, o Lifespam of a Moth, de 16. También es destacable el de Conan, pero la sombra del Monnos sigue siendo alargada. En sonoridades más blacksabbatheras, Moon Coven lanzaron un homónimo bastante potente.
No sé dónde tenía la cabeza para no haberlos mencionado la primera vez que publiqué esta entrada.
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