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viernes, 6 de octubre de 2017

un recuerdín

cuando los soviéticos se hicieron con el poder y todas las oportunidades estaban por aprovechar, se pusieron a la cabeza de Europa en temas como el arte, la educación, la liberación sexual, etc. artistas que no tenían ninguna necesidad de ser arribistas, como Kandinsky, que ya ocupaba un lugar en la historia, acudieron al lugar donde pensaron que había un campo abierto para el arte como nunca lo había habido antes en ningún sitio: para practicarlo, enseñarlo y universalizarlo. se trató de una Bauhaus elevada al cubo, cuando esta ya había perdido todo su encanto revolucionario, aunque por razones obvias (y no hablo de valor artístico) la Bauhaus es recordada por todos y aparece en todos los libros de historia, mientras que aquella etapa artística en la URSS parece ser simplemente una anécdota para la historiografía generalista. sin embargo, llegó un momento en que los artistas tuvieron que elegir entre irse con la maleta a otra parte o dedicar su arte al folletineo y la cartelería, frente al potencial emancipador del arte que obliga al público a enfrentarse al arte y a sí mismo. Kandinsky estuvo entre los que hizo la maleta. los que decidieron quedarse y aún trataron de producir un arte significativo, a pesar de dar su apoyo político a la URSS, tuvieron unas relaciones con el poder burocrático nunca exentas de problemas: Malévich, Ródchenko, Mayakovski… los que se marcharon, puesto que el rodillo burócrata no podía concebir algo así como una crítica desde dentro, fueron tildados de artistas burgueses, y el mismo arte que poco antes había servido a la causa pasaba a ser asimismo pequeñoburgués, como por arte de magia. porque el disenso no solo había de ser rebatido, sino que debía ser deslegitimado, de forma que no quedase lugar a futuros debates, al igual que estaba ocurriendo con otros debates en ciencia o en filosofía. las discusiones había que zanjarlas de inmediato y la parte perdedora (que era perdedora desde el momento en que su opinión no era la del aparato) ser acusada de capitalista y colaboracionista. y estos breves años marcaron la relación de soviéticos, postsoviéticos y herederos con el arte, una relación que se extiende hasta hoy, la relación con una oportunidad perdida que se niega. pero un artista con conciencia, al igual que un trabajador del metal con conciencia, sabe que un burócrata chupatintas no puede ni debe dictar sus pasos, ni tiene legitimidad para decidir si forma parte o no de esa entelequia llamada vanguardia del proletariado.

jueves, 12 de enero de 2017

2017 me como un bizcocho



comienza un nuevo año y muchas cosas quedaron pendientes en este blog.
se quedaron por terminar/publicar:


—un repaso por la discografía de PJ Harvey que ya va con dos años de retraso. Let’s England Shake era el broche de oro perfecto, pero entretanto ha sacado otro álbum.
—un repaso por la discografía de Marduk que lleva escrita a medias por lo menos desde hace otros dos años.
—un repaso al concepto/imagen del «intelectual» y sus condiciones actuales, a su uso por el poder tanto a través de la apropiación como del desprestigio; a la alienación de las élites culturales con respecto de la masa a la que pretenden cambiar. pero tal proyecto rebasaba el espacio de un blog y probablemente mis capacidades actuales para afrontarlo seriamente.
—un escrito que iba de ThousandwillDie a Discordance Axis, hacia atrás en el tiempo, con un batiburrillo histórico-influencístico.
—un repaso al black metal islandés reciente.
—una crítica de un artículo en prensa que defendía que era muy feo reírse de las lagrimillas de un político de la actualidad porque esto sería caer en una actitud muy fea y muy heteropatriarcal. en el escrito defendía que no solo reírse de las lagrimillas no es una actitud heteropatriarcal sino que, de hecho, las lagrimillas del macho en el momento preciso son una expresión machistuna de las de toda la vida. además hacía una serie de matices a incorrecciones histórico-culturales contenidas en dicho artículo.
—un repaso crítico a las teorías pseudometafísicas de Braudillard sobre la guera de Irak en el contexto de la ultratelevisada batalla de Mosul.
—un repasillo a las teorías espectáculo de Byung-Chul Han, argumentando cómo lo que pueda resultar más atractivo e interesante de sus análisis es reciclado y el resto es reaccionario, en el contenido y en cuanto a su aspiración a pura filosofía de consumo.
—un millón de libros que me gustaría haber reseñado y tengo pendientes, algunos desde hace años. La plaza de la estrella o Nada se opone a la noche quedan como proyectos inafrontables a medida que pasa el tiempo. son obras para meditar, pero que hay que tener frescas para darles el repaso que se merecen. caerá la de Cicatriz de Sara Mesa sí o sí.
—montones, millones de discos, sobre todo aquellos que salieron este mismo año, como el Voices de Wormrot, pero no pudo ser.

casi todas estas cosas están prácticamente hechas, pero les falta un rematillo final. probablemente de todas ellas vivirá este blog a lo largo del próximo año. o no.

lunes, 5 de septiembre de 2016

'La economía desenmascarada', de Steve Keen.



En el año 2005, el economista Steve Keen estableció un modelo matemático para preveer la inminente crisis económica cuyos efectos aún sufrimos, aunque llevaba advirtiendo sobre esta probabilidad desde los años 90 (el mérito de 2005 estuvo en la modelización  matemática), trabajo que le valió obtener el Review Award for Economics en el año 2010, lo que no redundó, como sería de esperar en el seno de una disciplina verdaderamente científica, en una revisión mayoritaria de las tesis vigentes y de las propuestas de Keen. Se podría decir que el punto de inicio o la génesis de este libro estaría en la pregunta: ¿Por qué solo algunos economistas advirtieron sobre la posibilidad de un estallido de las burbujas seguido de una gran recesión y por qué se les hizo oídos sordos en el propio entorno de la profesión económica? La respuesta de Steve Keen es sencilla: la economía imperante es poco menos que una pseudociencia cuya principal preocupación es legitimarse a sí misma antes que tratar de desentrañar los auténticos mecanismos de la economía y establecer unos fundamentos empíricos para la disciplina. La explicación de esta respuesta no es tan sencilla, y es lo que da forma a las 740 páginas (sin incluir bibliografía) de este libro.
            La lectura de La economía desenmascarada puede hacerse ardua en algunos momentos, porque frente a otras obras de crítica a la economía hegemónica, pone en segundo plano los argumentos sociológicos, filosóficos, etc., para atacar a la economía clásica en su propio terreno (o el que se pretende que es): las matemáticas y la presunción científica. No obstante, Steve Keen tiene un gran mérito a la hora de hacer accesibles los a veces complejos argumentos sobre los que trata de levantar su crítica. Tener una base de matemáticas ayudará bastante; también tener nociones de ciencias sociales; sin embargo, diría que cualquiera al que le interese obtener un punto de vista científico de la disciplina económica extraerá lecciones muy importantes con la lectura de este libro.
De hecho, La economía desenmascarada puede funcionar muy bien como manual de mano de economía, pues abarca temas epistemológicos, históricos, formales… Se podría argumentar que tiene un discurso propio demasiado pronunciado como para ejercer de manual, pero, como el propio Keen critica, todos los manuales tienen, de hecho, un sesgo bastante pronunciado, aunque se hagan esfuerzos para que no parezca así; este, al menos no engañaría a nadie en cuanto a sus intenciones.
Algo que me ha gustado especialmente es que ataca a la escuela neokeynesiana, junto a la neoliberal (a la que se suelen limitar los críticos más politizados y menos versados en economía o en escuelas económicas), que serían la cara y la cruz de la economía neoclásica y compartirían fallos epistemológicos graves de base, a saber, la «metafísica económica» (aunque Keen en ningún momento utilice el concepto de «metafisica») del «equilibrio perpetuo», la «perfección de los mercados», la «mano invisible», etc.; metafísica que tratan de fundamentar a través de la matemática, es decir, la matemática no al servicio de lo que quiera que sea la economía, sino al servicio de lo que apriorísticamente se ha decidido que es: ¿puede haber algo menos científico? Podría dar la casualidad de que en su errático camino hubieran dado con fórmulas que sean ciertas, pero Keen, lejos de conformarse con esta crítica general, va desmontando las principales teorías de estas escuelas una por una, como ya se ha dicho, con herramientas empírico-matemáticas. Las advertencias que se suelen hacer sobre los neoliberales, Keen las traslada también al grupo de los neokeynesianos. Esto causa alegría a quien suscribe, que siempre desconfió de Krugman y compañía y los vio como la izquierda maquillada de esa extrapolación del bipartidismo que sería la economía mainstream. Es fastidioso ver cómo una gran mayoría de quienes, de un tiempo a esta parte, critican el bipartidismo en política, rinden pleitesía a maese Krugman (principalmente) y a otros del mismo corte. Steve Keen pone, en este sentido, las cosas en su sitio, y, tan solo por esto, su lectura pasaría a ser directamente obligatoria (como cualquier lectura crítica con los relatos hegemónicos lo es).
Tiene el problema de que sus postulados pueden disgustar a gran parte de su público potencial. Por un lado, le da un profundo repaso a Marx, lo que no gustará a la ortodoxia acérrima; por otro lado, la crítica de la economía se trata de una crítica desde dentro, no necesariamente anticapitalista (ni lo contrario). Todo aquel que reniegue de cualquier tipo de revisionismo o de cualquier análisis que no sea esencialmente revolucionario, encontrará que La economía desenmascarada es un ejercicio de intelectualismo pequeñoburgués. Una pena, pues contiene analíticas y claves esenciales para desentrañar y comprender la economía capitalista (y sus fallos funcionales), algo que no puede dejar de ser importante para quien desea o trata de construir una sociedad mejor.
Respecto a la academia económica, donde Keen tendría un potencial lector muy potente, el estudiante medio de economía tendrá que librarse de una serie de axiomas con los que le han lavado el cerebro antes de aceptar las premisas de Keen, lo que no es tarea fácil.
Por eso lo de que una gran parte del público potencial de Keen puede mostrarse, de hecho, reticente ante su libro. Sería una pena que así sucediese, porque las lecciones de Keen son demasiado importantes como para que se pierdan en el limbo.

Con respecto a la cuestión del marxismo, Steve Keen cita a Marx con profusión a lo largo de todo el libro, y afirma que se trata de uno de los economistas no neoclásicos más importantes junto con Schumpeter, Fisher y Keynes (página 536; se sobreentiende que por el momento histórico para el que hace la afirmación, aún habría que añadir a Hyman Minsky y a Schaffra). Cuando en el capítulo 17 comienza con la deconstrucción y crítica de la economía marxiana, el autor afirma que va a tratarse más de una crítica a los marxistas y lecturas de Marx que al propio Marx; sin embargo, a lo largo del capítulo parece irse ensañando gradualmente, cada vez con más ahínco, hasta poner en duda el pretendido cientifismo de Marx (frente a los socialismos utópicos), por el hecho de haber fallado en su predicción del advenimiento inminente del socialismo. Esto último es bastante injusto si tenemos en cuenta que el cientifismo de Marx no se reduce (o no se debiera reducir) a dicha predicción y que su influencia en el desarrollo de todas las ciencias sociales ha sido y es aún importantísima, independientemente de los credos políticos (que se lo digan, si no, a Marvin Harris, o a Mario Bunge, que en su libro Epistemología lo menciona como el iniciador de un método científico en las ciencias sociales, junto a otros como Cournot o Walras, a pesar de las muchas y fuertes críticas que este autor mantiene frente al marxismo como escuela de pensamiento [Mario Bunge, por cierto, al menos en los últimos años, incluye la economía en el grupo de las pseudociencias]). Se podría colegir que Steve Keen busca quitarse de encima un posible sambenito que mancharía con ideología su crítica arrolladora pero empírica a la economía dominante.
            Sea como sea, La economía desenmascarada es un libro obligatorio para quien sienta interés por el análisis económico, por la metodología científica o científico-social, por la forma en que se construyen los discursos hegemónicos o simplemente por el modo en que funciona el mundo en que vivimos.
            Como pega, decir que estaría bien que, en futuras ediciones (si no las hay, el mundo está oficialmente descerebrado), los editores se planteen incluir un índice alfabético al final, pues el grosor del volumen y la profusión de nombres convierten la ausencia del mismo en una carencia grave.

Traducción de Álvaro G. Ormaechea, con revisión de Francisco Prieto. Mucho mérito.

lunes, 18 de abril de 2016

llegar a la meta


Filosofía inacabada de Marina Garcés.

Interesante repaso de la filosofía del siglo XX hasta hoy y de los problemas a los que una filosofía útil (hoy por hoy inacabada, de ahí el título) debería hacer frente.
Si uno sabe que Marina Garcés redactó una presentación para la novela Pornoburka, de Brigitte Vasallo —obra, esta, más bienintencionada que afortunada, por mucho que se empeñe en otra cosa el premiocervantisco Goytisolo, y que pone de relieve cómo hasta en el aparentemente subversivo mundo queer-performativo ya dio tiempo a que tomase posiciones un aburguesamiento academicista que no capta, a estas alturas, la importancia de las condiciones materiales, de tener pan en la boca, en definitiva, para la creación de realidad, y que nos vende una serie de arquetipos lumpen distorsionados en positivo, sin advertir ni por un minuto que todo lo que nos está escupiendo en la cara son una serie de prejuicios elitisto-cool, los del artista al que le encanta estar rodeado de putas y yonquis—, puede imaginarse por dónde van los tiros o al menos algunos de los tiros.

El libro de Marina Garcés tiene la característica de poder ser, hasta cierto punto, un manual de filosofía actual que da inicio en el momento en que esta comienza a configurase (con Hegel, aparentemente, aderezado con las especias de los filósofos de la sospecha, hasta llegar a Husserl, de quien verdaderamente arranca su relato, tras un énfasis inicial en Nietszche), pero de poder también resultar interesante al iniciado, pues la autora no se conforma que ser historiadora de la filosofía, sino que además hace las veces de filósofa (dos funciones, la de historiar la filosofía y la de hacerla, casi nunca apropiadamente diferenciadas), ofreciendo una exposición crítica y con propuestas.

Hay que tener en cuenta, no obstante, por lo dicho sobre su cierta condición de manual de filosofía actual, que se trata de una obra que da por dominados unos conocimientos básicos en filosofía y un manejo de ciertos conceptos en el modo concreto en que son propios de esta disciplina, pero si el lector, como el autor de esta crítica, es de los que piensa que no es necesario entender absolutamente cada palabra para disfrutar de una obra de filosofía (o de biología o de genética o sociología), entonces no habrá problema.

El libro se divide en dos partes. En la primera, Filosofía para un mundo común, se trata de exponer las problemáticas a que se enfrenta o debería enfrentarse esta filosofía inacabada que llega hasta hoy (y que, para seguir siendo filosofía, debe seguir siendo inacabada), y dónde está el origen y formación de dichas problemáticas. Quizá esta sea la parte en que la autora pone más de su propio pensar y cuenca con varias ideas definidas e interesantes. Se pueden destacar capítulos como «Europa es indefendible» o La estandarización del pensamiento, aunque en general se trata de una lectura productiva y amena, si bien no pocas veces cae en los enredos léxicogramaticales tan propios de cierta filosofía y que tanto daño hacen a la tarea de popularización (por ejemplo, cuando explica la polémica entre François Jullen y Jean François Billetes, es probable que el lector medio pase por el párrafo pensando que no entendió nada, y que el iniciado piense que quizá no haya más que paja en el contenido de la misma, cuando probablemente no es así). Algunos aducirán que, por contra, se gana en una cierta equivalencia literaria que valoriza los textos en otra dimensión más estética que también puede ser atractiva al lector, pero esto no es cierto y el s. XIX ya pasó y hace tiempo que la pura filigrana tampoco es un valor en literatura pura.

La segunda parte, El siglo inacabado, es la que trata propiamente de los filósofos contemporáneos en un orden cronológico: Nietzsche, Husserl, Heidegger, Wittgenstein, Sartre, Merleau-Ponty, Gadamer, María Zambrano, Hannah Arendt, Adorno, Habermas, el marxismo hasta Althusser, Antonio Negri, Foucault, Deleuze, Derrida, Judith Butler, Vattimo y Lyotard, Popper, Rorty, Ranciére y un último capítulo dedicado a Maurice Blanchot, Giorgio Agambéen y Jean-Luc Nancy, aunque sobre todo al primero de los tres.

A nadie se le escapa que esta selección de autores, frente a otra posible, está llena de significado (o que en este relato, el destino del marxismo es ser Althusser, para desde ahí diluirse en el curso del pensamiento). Cada una de estas lecturas es interesante y algunos de los capítulos tienen un gran mérito, como la explicación concisa, clara y completa de Foucault en unas tres o cuatro páginas; si alguien necesitase un «Foucault para alumnos del instituto», este podría ser uno, lo que no es poco mérito. Sin embargo, en otros capítulos, como los dedicados a Negri, Deleuze o Derrida, la autora cae en los excesos literalizantes que empañan la obra de estos filósofos, dejando, a mi parecer, entrever en la explicación lo que ellos mismos legan en su exposición: que independientemente de la importancia de sus aportaciones al pensamiento occidental, con las que se da por ganado su lugar en el panteón de la filosofía (más claramente, a mi parecer, en el caso de Derrida), nunca dieron para tantas páginas como se pretendió o como ellos mismos pretendieron escribir, más allá, de hecho, de esas aportaciones concretas. También es interesante la exposición sobre Butler, que sin rechazar la lectura foucaultiana de la filósofa estadounidense, enfatiza los elementos derridianos (o derriéicos) de su filosofar, lo que no deja de ser inusual, al menos en la bibliografía que el menda se manejó hasta hoy y que incluye, claro, la lectura y reflexión directa sobre la obra que ha producido la propia JB hasta ahora. Más cosas destacables: hay un capítulo dedicado a María Zambrano pero no uno a Ortega y Gasset. Esto merece un aplauso muy gordo porque, independientemente de las deudas de Zambrano con Gasset, que no dejan de reconocerse en este capítulo, no se reivindica lo suficiente la autonomía de su pensamiento, así como el hecho de que el mundo en el que vivimos (no digo el de ayer ni el de mañana) el legado de Zambrano es probablemente más relevante que el de él y sus circunstancias, aunque sea en el apartado estético.

En fin, como se desprenderá de lo expuesto, el libro es una defensa, consciente o inconsciente, de la posmodernidad. No deja de ser curioso que los enemigos declarados del historicismo y el metarrelato sigan empeñados en ofrecer nuevos metarrelatos, pareciendo incapaces de desprenderse, en fin, de la veta historicista. En el caso de Filosofía inacabada un metarrelato, además, que para funcionar requiere que se acepten una serie de apriorismos terminológico-conceptuales y la exclusión de otros discursos relevantes que lo chafarían o que incomodarían su acomodo. En este aspecto se puede mencionar a (independientemente de la valía intelectual que yo pueda atribuir a cada uno de los mencionados): Fredric Jameson, Noam Chomsky, Slavoj Zizej, Pierre Bourdieu, Guy Debord, Perry Anderson, Terry Eagleton, Mike Davis, David Harvey, Alaine Touraine, Zygmunt Bauman y tantos más. Por supuesto, una presentación de la filosofía que un autor dado considera más relevante no lleva implícita la obligación de tener en cuenta a cada autor que haya generado pensamiento en los últimos tropecientos años, pero cualquier intento de pormenorización que se niegue a conversar con los escollos que puedan encontrase para su fijación ha de asumir su flaqueza.

Hay otro detalle que es importante reseñar: en el relato histórico que esta autora propone, la lucha contra la metafísica ocupa un lugar importante en la misión de la filosofía, condición necesaria para que se libere a sí misma para empezar. Pero, como deja entrever con más claridad que en ningún otro momento (porque la autora no es clara a este respecto y hay que estar avezado en la lectura para advertir los detalles) en el capítulo dedicado a Popper, para Marina Garcés la metafísica no es ni más ni menos que la noción de una realidad objetiva («presupuesto metafísico de la regularidad de la naturaleza», dice literalmente). Se habrá quedado a gusto con semejante inversión del sustantivo. Si se estuviera hablando de nociones como la justicia, la ontología del ser, etc., afirmar algo así tendría sentido, desde luego, pero si hablamos de los matices de Popper a la epistemología existente, entonces hablamos de ciencia y, por lo tanto, afirmamos implícitamente que la creencia en la existencia de un mundo objetivo es metafísica; o sea, el descojone. Y si lo entendí mal, entonces que me perdone la autora, pero la pirueta filosófico-argumental la verdad es que tiene su mérito, porque cae así, como quien no quiere la cosa. Si se sigue este razonamiento, mal que pueda pesar precisamente a la autora, el solipsismo sería la postura más antimetafísica posible y Paul Churchland sería un metafísico irredento; por poner de relieve dos conclusiones derivadas de dicha noción de la metafísica, como dos ejemplos de tantas conclusiones cuasiantinómicas que habrían podido ponerse de relieve aquí.

Como señalaba, esta postura a la que tanta importancia otorgo está, sin embargo, muy poco explicitada en el libro, aunque flota por todo él como una perspectiva aérea, hasta que en un momento dado, uno se dice de repente: «¡Pero…!», casi acabando. Porque lo de la defensa de la posmodernidad y tal, el rechazo consciente de unos relatos frente a otros a conveniencia… todo eso se ve desde la tercera página. En fin, pretende que lucha contra la metafísica quien se regodea, para teminar ese mismo capítulo sobre Popper, imaginando un regreso de los postulados de Feyerabend a las universidades, obviando que sin un vanguardista «retorno al orden» en el que se aproveche lo que pueda haber de útil en el legado de Feyerabend, todo lo que lega Feyerabend es el caos (y, si hablamos de filosofía de la ciencia, con el caos ya no hay nada más que caos, a no ser que nos dejemos llevar por una interpretación artístico-metafísica y pseudoreligiosa al estilo del hitlerianismo kálkico). Precisamente es eso lo mismo que ocurre con los párrafos más literalizantes de Deleuze o Derrida, que se están moviendo en el terreno en que el caos sustituye a los ejercicios de racionalidad, pero, para no confesarlo a las claras y que aún parezca que queda algo concreto que decir después de semejante arrojarse al vacío (y poder decirlo ellos), lo disfrazan con complicaciones conceptualizantes (que no conceptualizadoras); ese caos cuyo potencial creativo una cierta escuela de la posmodernidad se empeña en proponer como potencialmente revolucionario (en el sentido progresista del término), como si alguna cualidad esencial impidiera que ese potencial fuera reaccionario en lugar de revolucionario, como si no pudiese albergar en su seno un nuevo oscurantismo o todo lo contrario o nada. ¿Qué es la esencialización en positivo del caos más que una forma sofisticada y pseudoartística de metafísica?

Una serie de erratas a corregir en próximas ediciones, si las hubiera:

«La propuesta de curar con conceptos les heridas», en el cap. sobre Adorno (la cursiva es mía).

«Merleau-Ponty se ocupa de ello de un breve ensayo», en el cap. sobre Merleau-Ponty (ídem).

«Hoy, en una sociedad que ya no normaliza sino que genera explota y genera residuos humanos a gran escala, la voz de los sin palabra queda ahoga en la privacidad de la vida cotidiana», (ídem).

Como digo, con intención de aportar futuras mejoras; por lo demás, se trata de un libro cuidado en el aspecto ortotipográfico y errores así, aunque siempre es preferible no encontrárselos, no son ni infrecuentes ni imperdonables en cualquier edición bien acicalada.

martes, 15 de septiembre de 2015

history/memory mother/father Freud/Woolf


There are two thinkers for whom history and memory are essential in the process of development and the passing of life of the human beings. They are (of course) Freud and Virginia Woolf (yes, a writer, but why not? also a thinker, as many writers or artists, are thinker without a closed system).

Freud's influence over Virginia Woolf (and the generality of modernist literature) has been profusely considered and evaluated, not always coming to terms on the subject, even if nobody casts doubts on that influence Freud had on literature and arts of his period. The question could be how much Freud influenced Virginia Woolf, how direct or indirect such influence could be and how aware was Virginia Woolf of that and where such influence changed to confrontation to become criticism? Sure many other questions can be asked, but I think these are important to properly evaluate the relationship between the concepts of Memory and History of Freud and Virginia Woolf, where differences are important once the similarities are generally acknowledged and perhaps overvalued (through simplification).

Indeed Freud have a huge impact in the way arts were (and still are) sawn, and the new wings he gave to the exercises of mind and imagination probably compensate for the pseudoscientific deviation of many of their successors and even the psychoanalysis therapy itself (as a Philosopher very close to the scientific method like Mario Bunge, between others, has repeatedly stated) but it is not least significant the fact that he was (as every genius in his own epoch) fulfilling a demand regarding this issue. The worry about how the mind and memory work, the origin and treatment of mental disorders, and what the subject of the unconscious mind is was there when Freud appeared. Freud certainly marks a before and an after and put the unconscious mind at the centre of this matter.

Well, now we can see some (or a lot of) similarities between the concept of history and memory of both Freud and Virginia Woolf. For both of them memory has a main role in the shaping of the personality, both the own personal history and the history of society; so our relationship with our fathers marks our identity and character, but any important incident that affect the whole community also affect us, not only in the general way it affects that given whole community, but at an individual level too. And this affects us in a different manner depending on our personal history and the personality it creates, so we could say there would be a kind of dialectics between the way personal history affects us and the way general history does. I think there is little room to discuss the fact that Freud and Woolf are fully agree on this regard. This is clear in To the lighthouse and throughout Freud’s work.

But there is something we have to take into account: the fact that Virginia Woolf hadn’t read Freud yet when she wrote To the lighthouse. This does not mean Freud wasn’t influential on this Woolf’s work, but I think it should take us to dismiss a mechanical interpretation of such of the kind: Woolf read Freud > Woolf is stunned by Freud’s theory > Woolf start writing in a Freudian way.

Woolf was very aware of course of Freud’s writings and theories, since he was actually very influential to the Bloomsbury Group and specially James Strachey was very enthusiastic about him but, while Leonard Woolf could be considered a supporter, Virginia was much less excited about Freud and the novelty brought by psychoanalysis. Apparently, Woolf did not personally read Freud until 1939 shortly after he died, in fact[1]. Not reading him does not mean not being aware of his theories (in an unsystematic way nevertheless) but point out a lack of interest for them.

I think that, as many others at that time (especially artists, since this is actually the basement of their work), Virginia Woolf had an intuitive insight about what Freud tried to turn scientific, in such a way that it is very easy to convince oneself that Woolf wrote To the lighthouse with the psychoanalysis in mind, but in fact Woolf was following in her own way the same path Freud was.

It is true that after reading Freud the first time, Woolf took account on how many of the underlying subjects in To the lighthouse had been accurately described by Freud, especially in relation to the power of the past.

It is important to remark also that while to Freud arts are a mere palliative that never takes us to the definitive solution for our madness, to Woolf arts are actually the answer; arts as a way to connect with others and to share friendship and love, the only way to face our own madness and the madness of this world.



[1]Virginia Woolf meets Sigmund Freud, Julia Briggs, Canvas Issue 18


jueves, 30 de julio de 2015

saudades



La ignorancia es muy atrevida. Es lo que habrán pensado muchos cuando cierto futbolista portugués salió ante la prensa con una camiseta con la imagen de Franco. Es tan atrevida, de hecho, que cuanto más se quiere disimular, más atrevida es. Por razones de la vida, he podido ver una actualización de Facebook en la que el dueño del perfil retaba al personal a adivinar quién era el personaje que aparecía en la foto subida, sin buscarlo en Google, sin investigar vamos, así a ojo de buen cubero. Era Salazar. Un individuo, quizá porque lo había buscado y se sentía culpable, respondió, efectivamente, que era Salazar, pero que sin el traje militar le había costado reconocerlo.



Total... el dueño del perfil lo dejaba así, no sé si también por ignorancia (en este caso en su sentido más estricto, sin carga peyorativa) o por tener la fiesta en paz, cuando en la respuesta que daba ese tipo estaba la corroboración más flagrante de que los resultados de su experimento eran los esperados.



Salazar no era militar y si existe alguna foto de él con uniforme militar, entonces, se trataría de la excepción y no de la norma.




En fin, no se trata de defender al futbolista de marras ni de lo contrario. Solo dejar este pequeño botón informativo, luego que cada uno haga lo que quiera con su cabecita. Yo, cuando veo dos manos sobre una cabeza y un grito en el cielo, me suele causar rechazo, aunque pueda coincidir con el contenido del grito. Tampoco se trata de ir contra los gritos. Por lo demás, cuando venzamos esa necesidad de ser doctores en todo (y de serlo prácticamente desde que nos chupamos el dedo) y aprenadamos a currarnos nuestra opinión y mostrarla al mundo sin necesidad de sacar carnés de sapiencia o pureza cultural o política, otro gallo nos cantará.



Vale.

martes, 3 de marzo de 2015

cuando acabaron de acusar a sus compañeros, el capitalismo todavía estaba allí

De un tiempo a esta parte, algunas personas han descubierto ciertas cosas sobre el funcionamiento de nuestra sociedad y cómo el poder se refleja y distribuye en ella hasta en los elementos más nimios y, sorprendidas, indagan en ello, lo que es bueno. Por otra parte, observo que no pocas de estas mismas personas, quizá imbuidas por el entusiasmo, nos llaman a la atención a otros e incluso nos dan lecciones bienintencionadas, como si no fuera posible que alguien se hubiera planteado ya antes esas cuestiones y el resto solo pudiéramos ser o compañeros de recorrido u ovejas descarriadas a las que hubiera que instruir.

Igual que en los partidos comunistas tradicionales la discusión sobre el materialismo dialéctico acaba ahogando el verdadero debate (por explicarlo de forma simple y simplista), la corrección política mal entendida se hace ahora con los espacios de conversación político-social a cualquier nivel, de forma que una laxitud nimia en las formas (que muchas veces no es debido sino al simple hecho de que en ocasiones se trata de ir a lo que en ese momento y discusión específica -no en lo general, ojo- importa) se ve asaltada por la imposición de esa corrección política mal entendida, al igual que en esos casos, ahora que tanto se departe en las redes, en los que un acento mal puesto es aprovechado por quien prefiere atajar la discusión (evitarla, en el fondo) para discutir sobre acentos, en lugar de sobre temas, aunque sea de sobras conocido que el asesino ortográfico en cuestión tenga un perfecto dominio de la lengua (lo que, sin embargo, es puesto en duda por los guardianes de la moral, en este caso la moral ortotipográfica).

De esto es de lo que hablaba Zizek en En defensa de la intolerancia, aunque paradójicamente sea un autor muy citado por los nuevos defensores de la moral (las modas se solapan, aun en contradicción).

Da igual que hablemos de marxismo, postestructuralismo revolucionario o de izquierdas, feminismo, lucha por los derechos de la comunidad LGBT, ecologismo y un largo etcétera; siempre habrá una «ortodoxia», consciente o inconsciente de su papel, que además lo será más por un deseo implícito de imposición que por una verdadera fidelidad ideológica.

martes, 14 de octubre de 2014

En el 108º aniversario del nacimiento de Hannah Arendt.

Es significativo que un personaje banal venido a más de la historia intelectual como Hannah Arendt tenga más páginas en Wikipedia que Albert Camus. El poder tiene claro dónde están los suyos.

lunes, 14 de octubre de 2013

tales cosas jamás encontrarás en tu camino.

Comparing the idea of domination in Marx and Horkheimer/Adorno. With Horkheimer and Adorno we read, as a novelty, that progress is no more a path of continuous improvement. Far from that, they expose in their co-authored work Dialectic of Enlightenment how the Holocaust was not an isolated historical fact, but the consequence of the progress as it was understood by philosophers of Enlightenment. The context of such ideas is marked by the rise of fascism, Stalinism, the triumph of the liberal state and the mass market... and the notion that the era of Social Revolution announced by Marx is not going to take place. Both Horkheimer and Adorno are very influenced by Marx and they considered Marxists themselves, but they were critical with some points of his theories, this was particularly one of them. So, following with the contents of Dialectic of Enlightenment, the products of progress (the said rise of fascism, Stalinism, etc.) are actually new forms of domination (or in Marxist terms, «of alienation», a word they used profusely too). With Horkheimer and Adorno, domination is no more a question of strength (only), but the way state intervention has abolished the tension between «relations of production» and «material productive forces of society». Market and mass consume play a central role on this process, since they are the way the said tension is solved and the main spring for alienation. Of course domination was not a question of strength only in past times; elements of cultural domination were present always, like Church, for example. But at the end, the monopoly of weapons and strengths was at first line. In modern (or should I say post-modern?) societies, even if Power still has and makes use of the monopoly of strength, does not make neither a flagrant use nor demonstrations of such. Physical strength is in a second plane and the true force of domination rests in Cultural Domination as defined by Gramsci. Now, through mass consume and a false notion of wealth, people does not feel the State as the enemy anymore, but the protector. Plus, the idea that social classes do not exist anymore, makes unnecessary for the Power to show its physical strength (even if, of course, it has it), and impose domination in a subtler manner. Of course a book like Dialectic of Enlightenment has much more inside than the above exposed ideas, and even those can be explained with dozens of details and specifications voluntarily ignored now, for the good of clarity in this very little work of mine, but, in general terms, such conclusions are gathered in the book. So, we read two authors departing for a point plainly Marxist but actually renewing Marxism. In fact, they follow Marx almost literally for his context; the thing is that, even with a good analysis, conditions have changed, so conclusions are not valid anymore. That tension between «relations of production» and «material productive forces of society», which was the key to maintain alive (or trying to get to live) social conscious and struggle, has been solved by the system of domination now, and this is the problem about domination that Hokheimer and Adorno are trying to set out on their work. The works of Horkheimer and Adorno (not only Dialectic of Enlightenment) have been very important to renovate Marxist thinking and suggest new fields for analyses (and hence, for concentrating forces in struggle, perhaps) like mass consume (that was pointed out by Marx, but only vaguely, as an intuition, since it was not developed when he was alive, so it was not a central point in his works) and adding some elements of Nietszche, Freud and other vital thinkers to Marxist thinking. To end this article, I will state my personal opinion. I think that with the crisis we count on a new scenario from which to look at the analyses of Horkheimer/Adorno regarding to that of Marx. So, we can bring up the next question: was really abolished the tension between «relations of production» and «material productive forces of society» in modern/post-modern societies? Or was it an actual alienation, only appearance? In my opinion, relations of production are a lot more complex than they were in the age of Marx, and we can learn a lot about it reading Horkheimer/Adorno and that way enrich the works by Marx, but perhaps it turns out to be that Marxian analyses (about what could happen counting on the state of things) is not so old-fashioned to our society; perhaps it was only the screen of growth and development and, finally, perhaps Horkheimer and Adorno were not only criticizing the new forms of alienation/domination but trapped and a bit blinded by that too.

domingo, 10 de febrero de 2013

me va la vida

no seáis cazurros, no hay ningún puto nuevo orden mundial, solo la misma puta mierda de siempre tratando de jugárnosla una vez más. y siempre juega con ventaja.