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viernes, 6 de octubre de 2017
un recuerdín
cuando los soviéticos se hicieron con el poder y todas las oportunidades
estaban por aprovechar, se pusieron a la cabeza de Europa en temas como
el arte, la educación, la liberación sexual, etc. artistas que no tenían ninguna
necesidad de ser arribistas, como Kandinsky, que ya ocupaba un lugar en
la historia, acudieron al lugar donde pensaron que había un campo
abierto para el arte como nunca lo había habido antes en ningún sitio:
para practicarlo, enseñarlo y universalizarlo. se trató de una
Bauhaus elevada al cubo, cuando esta ya había perdido todo su encanto
revolucionario, aunque por razones obvias (y no hablo de valor
artístico) la Bauhaus es recordada por todos y aparece en todos los
libros de historia, mientras que aquella etapa artística en la URSS
parece ser simplemente una anécdota para la historiografía generalista.
sin embargo, llegó un momento en que los artistas tuvieron que elegir
entre irse con la maleta a otra parte o dedicar su arte al folletineo y
la cartelería, frente al potencial emancipador del arte que obliga al
público a enfrentarse al arte y a sí mismo. Kandinsky estuvo entre los
que hizo la maleta. los que decidieron quedarse y aún trataron de
producir un arte significativo, a pesar de dar su apoyo político a la
URSS, tuvieron unas relaciones con el poder burocrático nunca exentas de
problemas: Malévich, Ródchenko, Mayakovski… los que se marcharon,
puesto que el rodillo burócrata no podía concebir algo así como una
crítica desde dentro, fueron tildados de artistas burgueses, y el mismo
arte que poco antes había servido a la causa pasaba a ser asimismo
pequeñoburgués, como por arte de magia. porque el disenso no solo había
de ser rebatido, sino que debía ser deslegitimado, de forma que no
quedase lugar a futuros debates, al igual que estaba ocurriendo con
otros debates en ciencia o en filosofía. las discusiones había que
zanjarlas de inmediato y la parte perdedora (que era perdedora desde el
momento en que su opinión no era la del aparato) ser acusada de
capitalista y colaboracionista. y estos breves años marcaron la relación
de soviéticos, postsoviéticos y herederos con el arte, una relación que
se extiende hasta hoy, la relación con una oportunidad perdida que se
niega. pero un artista con conciencia, al igual que un trabajador del
metal con conciencia, sabe que un burócrata chupatintas no puede ni debe
dictar sus pasos, ni tiene legitimidad para decidir si forma parte o no
de esa entelequia llamada vanguardia del proletariado.
jueves, 12 de enero de 2017
2017 me como un bizcocho
comienza un nuevo año y muchas cosas quedaron pendientes en este blog.
se quedaron por
terminar/publicar:
—un repaso por la
discografía de PJ Harvey que ya va con dos años de retraso. Let’s England Shake era el broche de oro
perfecto, pero entretanto ha sacado otro álbum.
—un repaso por la
discografía de Marduk que lleva escrita a medias por lo menos desde hace otros
dos años.
—un repaso al concepto/imagen
del «intelectual» y sus condiciones actuales, a su uso por el poder tanto a
través de la apropiación como del desprestigio; a la alienación de las élites
culturales con respecto de la masa a la que pretenden cambiar. pero tal
proyecto rebasaba el espacio de un blog y probablemente mis capacidades actuales
para afrontarlo seriamente.
—un escrito que iba de ThousandwillDie
a Discordance Axis, hacia atrás en el tiempo, con un batiburrillo
histórico-influencístico.
—un repaso al black metal islandés reciente.
—un repaso al black metal islandés reciente.
—una crítica de un
artículo en prensa que defendía que era muy feo reírse de las lagrimillas de un
político de la actualidad porque esto sería caer en una actitud muy fea y muy
heteropatriarcal. en el escrito defendía que no solo reírse de las lagrimillas
no es una actitud heteropatriarcal sino que, de hecho, las lagrimillas del
macho en el momento preciso son una expresión machistuna de las de toda la
vida. además hacía una serie de matices a incorrecciones histórico-culturales
contenidas en dicho artículo.
—un repaso crítico a las teorías pseudometafísicas de Braudillard sobre la guera de Irak en el contexto de la ultratelevisada batalla de Mosul.
—un repasillo a las teorías espectáculo de Byung-Chul Han, argumentando cómo lo que pueda resultar más atractivo e interesante de sus análisis es reciclado y el resto es reaccionario, en el contenido y en cuanto a su aspiración a pura filosofía de consumo.
—un repaso crítico a las teorías pseudometafísicas de Braudillard sobre la guera de Irak en el contexto de la ultratelevisada batalla de Mosul.
—un repasillo a las teorías espectáculo de Byung-Chul Han, argumentando cómo lo que pueda resultar más atractivo e interesante de sus análisis es reciclado y el resto es reaccionario, en el contenido y en cuanto a su aspiración a pura filosofía de consumo.
—un millón de libros que
me gustaría haber reseñado y tengo pendientes, algunos desde hace años. La plaza de la estrella o Nada se opone a la noche quedan como
proyectos inafrontables a medida que pasa el tiempo. son obras para meditar,
pero que hay que tener frescas para darles el repaso que se merecen. caerá la
de Cicatriz de Sara Mesa sí o sí.
—montones, millones de discos,
sobre todo aquellos que salieron este mismo año, como el Voices de Wormrot, pero no pudo ser.
casi todas estas cosas
están prácticamente hechas, pero les falta un rematillo final. probablemente de
todas ellas vivirá este blog a lo largo del próximo año. o no.
lunes, 12 de diciembre de 2016
lunes, 5 de septiembre de 2016
'La economía desenmascarada', de Steve Keen.
En el año 2005, el
economista Steve Keen estableció un modelo matemático para preveer la inminente
crisis económica cuyos efectos aún sufrimos, aunque llevaba advirtiendo sobre
esta probabilidad desde los años 90 (el mérito de 2005 estuvo en la modelización matemática), trabajo que le valió obtener el
Review Award for Economics en el año 2010, lo que no redundó, como sería de
esperar en el seno de una disciplina verdaderamente científica, en una revisión
mayoritaria de las tesis vigentes y de las propuestas de Keen. Se podría
decir que el punto de inicio o la génesis de este libro estaría en la pregunta:
¿Por qué solo algunos economistas advirtieron sobre la posibilidad de un
estallido de las burbujas seguido de una gran recesión y por qué se les hizo
oídos sordos en el propio entorno de la profesión económica? La respuesta de
Steve Keen es sencilla: la economía imperante es poco menos que una
pseudociencia cuya principal preocupación es legitimarse a sí misma antes que tratar de desentrañar los auténticos mecanismos de la economía y establecer
unos fundamentos empíricos para la disciplina. La explicación de esta respuesta
no es tan sencilla, y es lo que da forma a las 740 páginas (sin incluir
bibliografía) de este libro.
La lectura de La
economía desenmascarada puede hacerse ardua en algunos momentos, porque
frente a otras obras de crítica a la economía hegemónica, pone en segundo plano
los argumentos sociológicos, filosóficos, etc., para atacar a la economía clásica
en su propio terreno (o el que se pretende que es): las matemáticas y la presunción
científica. No obstante, Steve Keen tiene un gran mérito a la hora de hacer
accesibles los a veces complejos argumentos sobre los que trata de levantar su
crítica. Tener una base de matemáticas ayudará bastante; también tener
nociones de ciencias sociales; sin embargo, diría que cualquiera al que le
interese obtener un punto de vista científico de la disciplina económica extraerá
lecciones muy importantes con la lectura de este libro.
De hecho, La economía desenmascarada puede
funcionar muy bien como manual de mano de economía, pues abarca temas epistemológicos,
históricos, formales… Se podría argumentar que tiene un discurso propio
demasiado pronunciado como para ejercer de manual, pero, como el propio Keen
critica, todos los manuales tienen, de hecho, un sesgo bastante pronunciado, aunque se hagan esfuerzos para que no parezca así; este, al
menos no engañaría a nadie en cuanto a sus intenciones.
Algo que me ha gustado
especialmente es que ataca a la escuela neokeynesiana, junto a la neoliberal (a
la que se suelen limitar los críticos más politizados y menos versados en
economía o en escuelas económicas), que serían la cara y la cruz de la economía
neoclásica y compartirían fallos epistemológicos graves de base, a saber, la
«metafísica económica» (aunque Keen en ningún momento utilice el concepto de
«metafisica») del «equilibrio perpetuo», la «perfección de los mercados», la
«mano invisible», etc.; metafísica que tratan de fundamentar a través de la
matemática, es decir, la matemática no al servicio de lo que quiera que sea la
economía, sino al servicio de lo que apriorísticamente se ha decidido que es:
¿puede haber algo menos científico? Podría dar la casualidad de que en su errático
camino hubieran dado con fórmulas que sean ciertas, pero Keen, lejos de conformarse
con esta crítica general, va desmontando las principales teorías de estas
escuelas una por una, como ya se ha dicho, con herramientas empírico-matemáticas.
Las advertencias que se suelen hacer sobre los neoliberales, Keen las traslada
también al grupo de los neokeynesianos. Esto causa alegría a quien suscribe, que siempre
desconfió de Krugman y compañía y los vio como la izquierda maquillada de esa
extrapolación del bipartidismo que sería la economía mainstream. Es fastidioso ver cómo una gran mayoría de quienes, de
un tiempo a esta parte, critican el bipartidismo en política, rinden pleitesía
a maese Krugman (principalmente) y a otros del mismo corte. Steve Keen pone, en
este sentido, las cosas en su sitio, y, tan solo por esto, su lectura pasaría a
ser directamente obligatoria (como cualquier lectura crítica con los relatos
hegemónicos lo es).
Tiene
el problema de que sus postulados pueden disgustar a gran parte de su público
potencial. Por un lado, le da un profundo repaso a Marx, lo que no gustará a la
ortodoxia acérrima; por otro lado, la crítica de la economía se trata de una crítica desde dentro, no
necesariamente anticapitalista (ni lo contrario). Todo aquel que reniegue de
cualquier tipo de revisionismo o de cualquier análisis que no sea esencialmente
revolucionario, encontrará que La
economía desenmascarada es un ejercicio de intelectualismo pequeñoburgués.
Una pena, pues contiene analíticas y claves esenciales para desentrañar y
comprender la economía capitalista (y sus fallos funcionales), algo que no
puede dejar de ser importante para quien desea o trata de construir una
sociedad mejor.
Respecto
a la academia económica, donde Keen tendría un potencial lector muy potente, el
estudiante medio de economía tendrá que librarse de una serie de axiomas con
los que le han lavado el cerebro antes de aceptar las premisas de Keen, lo que
no es tarea fácil.
Por eso
lo de que una gran parte del público potencial de Keen puede mostrarse, de hecho,
reticente ante su libro. Sería una pena que así sucediese, porque las lecciones
de Keen son demasiado importantes como para que se pierdan en el limbo.
Con respecto a la cuestión
del marxismo, Steve Keen cita a Marx con profusión a lo largo de todo el libro,
y afirma que se trata de uno de los economistas no neoclásicos más importantes
junto con Schumpeter, Fisher y Keynes (página 536; se sobreentiende que por el
momento histórico para el que hace la afirmación, aún habría que añadir a Hyman
Minsky y a Schaffra). Cuando en el capítulo 17 comienza con la deconstrucción y
crítica de la economía marxiana, el autor afirma que va a tratarse más de una
crítica a los marxistas y lecturas de Marx que al propio Marx; sin embargo, a
lo largo del capítulo parece irse ensañando gradualmente, cada vez con más
ahínco, hasta poner en duda el pretendido cientifismo de Marx (frente a los
socialismos utópicos), por el hecho de haber fallado en su predicción del
advenimiento inminente del socialismo. Esto último es bastante injusto si
tenemos en cuenta que el cientifismo de Marx no se reduce (o no se debiera
reducir) a dicha predicción y que su influencia en el desarrollo de todas las
ciencias sociales ha sido y es aún importantísima, independientemente de los
credos políticos (que se lo digan, si no, a Marvin Harris, o a Mario Bunge, que
en su libro Epistemología lo menciona
como el iniciador de un método científico en las ciencias sociales, junto a
otros como Cournot o Walras, a pesar de las muchas y fuertes críticas que este
autor mantiene frente al marxismo como escuela de pensamiento [Mario Bunge, por
cierto, al menos en los últimos años, incluye la economía en el grupo de las
pseudociencias]). Se podría colegir que Steve Keen busca quitarse de encima un
posible sambenito que mancharía con ideología su crítica arrolladora pero empírica
a la economía dominante.
Sea como sea, La
economía desenmascarada es un libro obligatorio para quien sienta interés
por el análisis económico, por la metodología científica o científico-social, por
la forma en que se construyen los discursos hegemónicos o simplemente por el modo
en que funciona el mundo en que vivimos.
Como pega, decir que estaría bien que, en futuras
ediciones (si no las hay, el mundo está oficialmente descerebrado), los editores
se planteen incluir un índice alfabético al final, pues el grosor del volumen y
la profusión de nombres convierten la ausencia del mismo en una carencia grave.
Traducción de Álvaro G.
Ormaechea, con revisión de Francisco Prieto. Mucho mérito.
lunes, 18 de abril de 2016
llegar a la meta
Filosofía inacabada de Marina Garcés.
Interesante repaso de la filosofía del
siglo XX hasta hoy y de los problemas a los que una filosofía útil (hoy por hoy
inacabada, de ahí el título) debería hacer frente.
Si uno sabe que Marina Garcés redactó una
presentación para la novela Pornoburka,
de Brigitte Vasallo —obra, esta, más bienintencionada que afortunada, por mucho
que se empeñe en otra cosa el premiocervantisco Goytisolo, y que pone de
relieve cómo hasta en el aparentemente subversivo mundo queer-performativo ya dio tiempo a que tomase posiciones un
aburguesamiento academicista que no capta, a estas alturas, la importancia de
las condiciones materiales, de tener pan en la boca, en definitiva, para la
creación de realidad, y que nos vende una serie de arquetipos lumpen
distorsionados en positivo, sin advertir ni por un minuto que todo lo que nos
está escupiendo en la cara son una serie de prejuicios elitisto-cool, los del artista al que le encanta
estar rodeado de putas y yonquis—, puede imaginarse por dónde van los tiros o
al menos algunos de los tiros.
El libro de Marina Garcés tiene la
característica de poder ser, hasta cierto punto, un manual de filosofía actual
que da inicio en el momento en que esta comienza a configurase (con Hegel,
aparentemente, aderezado con las especias de los filósofos de la sospecha,
hasta llegar a Husserl, de quien verdaderamente arranca su relato, tras un
énfasis inicial en Nietszche), pero de poder también resultar interesante al
iniciado, pues la autora no se conforma que ser historiadora de la filosofía,
sino que además hace las veces de filósofa (dos funciones, la de historiar la
filosofía y la de hacerla, casi nunca apropiadamente diferenciadas), ofreciendo
una exposición crítica y con propuestas.
Hay que tener en cuenta, no obstante, por
lo dicho sobre su cierta condición de manual de filosofía actual, que se trata
de una obra que da por dominados unos conocimientos básicos en filosofía y un
manejo de ciertos conceptos en el modo concreto en que son propios de esta disciplina,
pero si el lector, como el autor de esta crítica, es de los que piensa que no
es necesario entender absolutamente cada palabra para disfrutar de una obra de
filosofía (o de biología o de genética o sociología), entonces no habrá
problema.
El libro se divide en dos partes. En la
primera, Filosofía para un mundo común,
se trata de exponer las problemáticas a que se enfrenta o debería enfrentarse
esta filosofía inacabada que llega hasta hoy (y que, para seguir siendo
filosofía, debe seguir siendo inacabada), y dónde está el origen y formación de
dichas problemáticas. Quizá esta sea la parte en que la autora pone más de su
propio pensar y cuenca con varias ideas definidas e interesantes. Se pueden
destacar capítulos como «Europa es indefendible» o La estandarización del pensamiento,
aunque en general se trata de una lectura productiva y amena, si bien no pocas
veces cae en los enredos léxicogramaticales tan propios de cierta filosofía y
que tanto daño hacen a la tarea de popularización (por ejemplo, cuando explica
la polémica entre François Jullen y Jean François Billetes, es probable que el
lector medio pase por el párrafo pensando que no entendió nada, y que el
iniciado piense que quizá no haya más que paja en el contenido de la misma,
cuando probablemente no es así). Algunos aducirán que, por contra, se gana en
una cierta equivalencia literaria que valoriza los textos en otra dimensión más
estética que también puede ser atractiva al lector, pero esto no es cierto y el
s. XIX ya pasó y hace tiempo que la pura filigrana tampoco es un valor en
literatura pura.
La segunda parte, El siglo inacabado, es la que trata propiamente de los filósofos
contemporáneos en un orden cronológico: Nietzsche, Husserl, Heidegger,
Wittgenstein, Sartre, Merleau-Ponty, Gadamer, María Zambrano, Hannah Arendt,
Adorno, Habermas, el marxismo hasta Althusser, Antonio Negri, Foucault,
Deleuze, Derrida, Judith Butler, Vattimo y Lyotard, Popper, Rorty, Ranciére y
un último capítulo dedicado a Maurice Blanchot, Giorgio Agambéen y Jean-Luc Nancy,
aunque sobre todo al primero de los tres.
A nadie se le escapa que esta selección de
autores, frente a otra posible, está llena de significado (o que en este
relato, el destino del marxismo es ser Althusser, para desde ahí diluirse en el
curso del pensamiento). Cada una de estas lecturas es interesante y algunos de
los capítulos tienen un gran mérito, como la explicación concisa, clara y
completa de Foucault en unas tres o cuatro páginas; si alguien necesitase un
«Foucault para alumnos del instituto», este podría ser uno, lo que no es poco
mérito. Sin embargo, en otros capítulos, como los dedicados a Negri, Deleuze o
Derrida, la autora cae en los excesos literalizantes que empañan la obra de
estos filósofos, dejando, a mi parecer, entrever en la explicación lo que ellos
mismos legan en su exposición: que independientemente de la importancia de sus
aportaciones al pensamiento occidental, con las que se da por ganado su lugar
en el panteón de la filosofía (más claramente, a mi parecer, en el caso de Derrida),
nunca dieron para tantas páginas como se pretendió o como ellos mismos
pretendieron escribir, más allá, de hecho, de esas aportaciones concretas.
También es interesante la exposición sobre Butler, que sin rechazar la lectura
foucaultiana de la filósofa estadounidense, enfatiza los elementos derridianos
(o derriéicos) de su filosofar, lo que no deja de ser inusual, al menos en la
bibliografía que el menda se manejó hasta hoy y que incluye, claro, la lectura
y reflexión directa sobre la obra que ha producido la propia JB hasta ahora.
Más cosas destacables: hay un capítulo dedicado a María Zambrano pero no uno a
Ortega y Gasset. Esto merece un aplauso muy gordo porque, independientemente de
las deudas de Zambrano con Gasset, que no dejan de reconocerse en este
capítulo, no se reivindica lo suficiente la autonomía de su pensamiento, así
como el hecho de que el mundo en el que vivimos (no digo el de ayer ni el de
mañana) el legado de Zambrano es probablemente más relevante que el de él y sus circunstancias, aunque sea en
el apartado estético.
En fin, como se desprenderá de lo
expuesto, el libro es una defensa, consciente o inconsciente, de la
posmodernidad. No deja de ser curioso que los enemigos declarados del
historicismo y el metarrelato sigan empeñados en ofrecer nuevos metarrelatos,
pareciendo incapaces de desprenderse, en fin, de la veta historicista. En el
caso de Filosofía inacabada un
metarrelato, además, que para funcionar requiere que se acepten una serie de
apriorismos terminológico-conceptuales y la exclusión de otros discursos
relevantes que lo chafarían o que incomodarían su acomodo. En este aspecto se
puede mencionar a (independientemente de la valía intelectual que yo pueda
atribuir a cada uno de los mencionados): Fredric Jameson, Noam Chomsky, Slavoj Zizej,
Pierre Bourdieu, Guy Debord, Perry Anderson, Terry Eagleton, Mike Davis, David
Harvey, Alaine Touraine, Zygmunt Bauman y tantos más. Por supuesto, una
presentación de la filosofía que un autor dado considera más relevante no lleva
implícita la obligación de tener en cuenta a cada autor que haya generado pensamiento
en los últimos tropecientos años, pero cualquier intento de pormenorización que
se niegue a conversar con los escollos que puedan encontrase para su fijación
ha de asumir su flaqueza.
Hay otro detalle que es importante
reseñar: en el relato histórico que esta autora propone, la lucha contra la
metafísica ocupa un lugar importante en la misión de la filosofía, condición
necesaria para que se libere a sí misma para empezar. Pero, como deja entrever
con más claridad que en ningún otro momento (porque la autora no es clara a
este respecto y hay que estar avezado en la lectura para advertir los detalles)
en el capítulo dedicado a Popper, para Marina Garcés la metafísica no es ni más
ni menos que la noción de una realidad objetiva («presupuesto metafísico de la
regularidad de la naturaleza», dice literalmente). Se habrá quedado a gusto con
semejante inversión del sustantivo. Si se estuviera hablando de nociones como
la justicia, la ontología del ser, etc., afirmar algo así tendría sentido,
desde luego, pero si hablamos de los matices de Popper a la epistemología
existente, entonces hablamos de ciencia y, por lo tanto, afirmamos
implícitamente que la creencia en la existencia de un mundo objetivo es
metafísica; o sea, el descojone. Y si lo entendí mal, entonces que me perdone
la autora, pero la pirueta filosófico-argumental la verdad es que tiene su
mérito, porque cae así, como quien no quiere la cosa. Si se sigue este
razonamiento, mal que pueda pesar precisamente a la autora, el solipsismo sería
la postura más antimetafísica posible y Paul Churchland sería un metafísico
irredento; por poner de relieve dos conclusiones derivadas de dicha noción de
la metafísica, como dos ejemplos de tantas conclusiones cuasiantinómicas que
habrían podido ponerse de relieve aquí.
Como señalaba, esta postura a la que tanta
importancia otorgo está, sin embargo, muy poco explicitada en el libro, aunque
flota por todo él como una perspectiva aérea, hasta que en un momento dado, uno
se dice de repente: «¡Pero…!», casi acabando. Porque lo de la defensa de la
posmodernidad y tal, el rechazo consciente de unos relatos frente a otros a
conveniencia… todo eso se ve desde la tercera página. En fin, pretende que
lucha contra la metafísica quien se regodea, para teminar ese mismo capítulo
sobre Popper, imaginando un regreso de los postulados de Feyerabend a las
universidades, obviando que sin un vanguardista «retorno al orden» en el que se
aproveche lo que pueda haber de útil en el legado de Feyerabend, todo lo que
lega Feyerabend es el caos (y, si hablamos de filosofía de la ciencia, con el
caos ya no hay nada más que caos, a no ser que nos dejemos llevar por una
interpretación artístico-metafísica y pseudoreligiosa al estilo del
hitlerianismo kálkico). Precisamente es eso lo mismo que ocurre con los
párrafos más literalizantes de Deleuze o Derrida, que se están moviendo en el
terreno en que el caos sustituye a los ejercicios de racionalidad, pero, para
no confesarlo a las claras y que aún parezca que queda algo concreto que decir
después de semejante arrojarse al vacío (y poder decirlo ellos), lo disfrazan
con complicaciones conceptualizantes (que no conceptualizadoras); ese caos cuyo
potencial creativo una cierta escuela de la posmodernidad se empeña en proponer
como potencialmente revolucionario (en el sentido progresista del término),
como si alguna cualidad esencial impidiera que ese potencial fuera reaccionario
en lugar de revolucionario, como si no pudiese albergar en su seno un nuevo
oscurantismo o todo lo contrario o nada. ¿Qué es la esencialización en positivo
del caos más que una forma sofisticada y pseudoartística de metafísica?
Una serie de erratas a corregir en
próximas ediciones, si las hubiera:
«La propuesta de curar con conceptos les heridas», en el cap. sobre Adorno
(la cursiva es mía).
«Merleau-Ponty se ocupa de ello de un breve ensayo», en el cap. sobre
Merleau-Ponty (ídem).
«Hoy, en una sociedad que ya no normaliza
sino que genera explota y genera
residuos humanos a gran escala, la voz de los sin palabra queda ahoga en la privacidad de la vida
cotidiana», (ídem).
Como digo, con intención de aportar
futuras mejoras; por lo demás, se trata de un libro cuidado en el aspecto
ortotipográfico y errores así, aunque siempre es preferible no encontrárselos,
no son ni infrecuentes ni imperdonables en cualquier edición bien acicalada.
martes, 15 de septiembre de 2015
history/memory mother/father Freud/Woolf
There are
two thinkers for whom history and memory are essential in the process of
development and the passing of life of the human beings. They are (of course)
Freud and Virginia Woolf (yes, a writer, but why not? also a thinker, as many
writers or artists, are thinker without a closed system).
Freud's
influence over Virginia Woolf (and the generality of modernist literature) has
been profusely considered and evaluated, not always coming to terms on the
subject, even if nobody casts doubts on that influence Freud had on literature
and arts of his period. The question could be how much Freud influenced Virginia Woolf, how direct or indirect such influence could be and how aware was Virginia Woolf of that and
where such influence changed to
confrontation to become criticism? Sure many other questions can be asked,
but I think these are important to properly evaluate the relationship between
the concepts of Memory and History of Freud and Virginia Woolf, where differences
are important once the similarities are generally acknowledged and perhaps
overvalued (through simplification).
Indeed
Freud have a huge impact in the way arts were (and still are) sawn, and the new
wings he gave to the exercises of mind and imagination probably compensate for
the pseudoscientific deviation of many of their successors and even the
psychoanalysis therapy itself (as a Philosopher very close to the scientific
method like Mario Bunge, between others, has repeatedly stated) but it is not
least significant the fact that he was (as every genius in his own epoch)
fulfilling a demand regarding this issue. The worry about how the mind and
memory work, the origin and treatment of mental disorders, and what the subject
of the unconscious mind is was there when Freud appeared. Freud certainly marks
a before and an after and put the unconscious mind at the centre of this
matter.
Well, now
we can see some (or a lot of) similarities between the concept of history and
memory of both Freud and Virginia Woolf. For both of them memory has a main
role in the shaping of the personality, both the own personal history and the
history of society; so our relationship with our fathers marks our identity and
character, but any important incident that affect the whole community also
affect us, not only in the general way it affects that given whole community,
but at an individual level too. And this affects us in a different manner
depending on our personal history and the personality it creates, so we could
say there would be a kind of dialectics between the way personal history
affects us and the way general history does. I think there is little room to
discuss the fact that Freud and Woolf are fully agree on this regard. This is
clear in To the lighthouse and throughout
Freud’s work.
But there
is something we have to take into account: the fact that Virginia Woolf hadn’t
read Freud yet when she wrote To the
lighthouse. This does not mean Freud wasn’t influential on this Woolf’s
work, but I think it should take us to dismiss a mechanical interpretation of
such of the kind: Woolf read Freud > Woolf is stunned by Freud’s theory >
Woolf start writing in a Freudian
way.
Woolf was
very aware of course of Freud’s writings and theories, since he was actually
very influential to the Bloomsbury Group and specially James Strachey was very
enthusiastic about him but, while Leonard Woolf could be considered a
supporter, Virginia
was much less excited about Freud and the novelty brought by psychoanalysis.
Apparently, Woolf did not personally read Freud until 1939 shortly after he
died, in fact[1]. Not reading him does not mean not being aware of
his theories (in an unsystematic way nevertheless) but point out a lack of
interest for them.
I think
that, as many others at that time (especially artists, since this is actually
the basement of their work), Virginia Woolf had an intuitive insight about what
Freud tried to turn scientific, in such a way that it is very easy to convince
oneself that Woolf wrote To the
lighthouse with the psychoanalysis in mind, but in fact Woolf was following
in her own way the same path Freud was.
It is true
that after reading Freud the first time, Woolf took account on how many of the
underlying subjects in To the lighthouse
had been accurately described by Freud, especially in relation to the power of
the past.
It is
important to remark also that while to Freud arts are a mere palliative that
never takes us to the definitive solution for our madness, to Woolf arts are
actually the answer; arts as a way to connect with others and to share
friendship and love, the only way to face our own madness and the madness of
this world.
[1]Virginia Woolf meets Sigmund Freud, Julia Briggs, Canvas Issue 18
viernes, 14 de agosto de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
saudades
La ignorancia es
muy atrevida. Es lo que habrán pensado muchos cuando cierto futbolista portugués
salió ante la prensa con una camiseta con la imagen de Franco. Es tan atrevida,
de hecho, que cuanto más se quiere disimular, más atrevida es. Por razones de
la vida, he podido ver una actualización de Facebook en la que el dueño del perfil
retaba al personal a adivinar quién era el personaje que aparecía en la foto subida, sin buscarlo en Google,
sin investigar vamos, así a ojo de buen cubero. Era Salazar. Un individuo, quizá
porque lo había buscado y se sentía culpable, respondió, efectivamente, que era Salazar, pero
que sin el traje militar le había costado reconocerlo.
Total... el
dueño del perfil lo dejaba así, no sé si también por ignorancia (en este caso
en su sentido más estricto, sin carga peyorativa) o por tener la fiesta en paz,
cuando en la respuesta que daba ese tipo estaba la corroboración más flagrante de que
los resultados de su experimento eran los esperados.
Salazar no era
militar y si existe alguna foto de él con uniforme militar, entonces, se trataría
de la excepción y no de la norma.
En fin, no se
trata de defender al futbolista de marras ni de lo contrario. Solo dejar este
pequeño botón informativo, luego que cada uno haga lo que quiera con su
cabecita. Yo, cuando veo dos manos sobre una cabeza y un grito en el cielo, me
suele causar rechazo, aunque pueda coincidir con el contenido del grito. Tampoco
se trata de ir contra los gritos. Por lo demás, cuando venzamos esa necesidad de ser doctores en todo (y de serlo prácticamente desde que nos chupamos el dedo) y aprenadamos a currarnos nuestra opinión y mostrarla al mundo sin necesidad de sacar carnés de sapiencia o pureza cultural o política, otro gallo nos cantará.
Vale.
martes, 3 de marzo de 2015
cuando acabaron de acusar a sus compañeros, el capitalismo todavía estaba allí
De un tiempo a esta parte, algunas personas han descubierto
ciertas cosas sobre el funcionamiento de nuestra sociedad y cómo el poder se
refleja y distribuye en ella hasta en los elementos más nimios y, sorprendidas,
indagan en ello, lo que es bueno. Por otra parte, observo que no pocas de estas
mismas personas, quizá imbuidas por el entusiasmo, nos llaman a la atención a
otros e incluso nos dan lecciones bienintencionadas, como si no fuera posible
que alguien se hubiera planteado ya antes esas cuestiones y el resto solo
pudiéramos ser o compañeros de recorrido u ovejas descarriadas a las que
hubiera que instruir.
Igual que en los partidos comunistas tradicionales la
discusión sobre el materialismo dialéctico acaba ahogando el verdadero debate
(por explicarlo de forma simple y simplista), la corrección política mal
entendida se hace ahora con los espacios de conversación político-social a
cualquier nivel, de forma que una laxitud nimia en las formas (que muchas veces
no es debido sino al simple hecho de que en ocasiones se trata de ir a lo que
en ese momento y discusión específica -no en lo general, ojo- importa) se ve asaltada por la imposición
de esa corrección política mal entendida, al igual que en esos casos, ahora que
tanto se departe en las redes, en los que un acento mal puesto es aprovechado
por quien prefiere atajar la discusión (evitarla, en el fondo) para discutir
sobre acentos, en lugar de sobre temas, aunque sea de sobras conocido que el
asesino ortográfico en cuestión tenga un perfecto dominio de la lengua (lo que, sin embargo, es puesto en duda por los guardianes de la
moral, en este caso la moral ortotipográfica).
De esto es de lo que hablaba Zizek en En defensa de la
intolerancia, aunque paradójicamente sea un
autor muy citado por los nuevos defensores de la moral (las modas se solapan,
aun en contradicción).
Da igual que hablemos de marxismo, postestructuralismo
revolucionario o de izquierdas, feminismo, lucha por los derechos de la
comunidad LGBT, ecologismo y un largo etcétera; siempre habrá una «ortodoxia», consciente o
inconsciente de su papel, que además lo será más por un deseo implícito de
imposición que por una verdadera fidelidad ideológica.
martes, 14 de octubre de 2014
En el 108º aniversario del nacimiento de Hannah Arendt.
Es significativo que un personaje banal venido a más de la historia
intelectual como Hannah Arendt tenga más páginas en Wikipedia que Albert
Camus. El poder tiene claro dónde están los suyos.
miércoles, 20 de agosto de 2014
lunes, 14 de octubre de 2013
tales cosas jamás encontrarás en tu camino.
Comparing the idea of domination in Marx and Horkheimer/Adorno.
With Horkheimer and Adorno we read, as a novelty, that progress is no more a path of continuous improvement. Far from that, they expose in their co-authored work Dialectic of Enlightenment how the Holocaust was not an isolated historical fact, but the consequence of the progress as it was understood by philosophers of Enlightenment. The context of such ideas is marked by the rise of fascism, Stalinism, the triumph of the liberal state and the mass market... and the notion that the era of Social Revolution announced by Marx is not going to take place. Both Horkheimer and Adorno are very influenced by Marx and they considered Marxists themselves, but they were critical with some points of his theories, this was particularly one of them. So, following with the contents of Dialectic of Enlightenment, the products of progress (the said rise of fascism, Stalinism, etc.) are actually new forms of domination (or in Marxist terms, «of alienation», a word they used profusely too). With Horkheimer and Adorno, domination is no more a question of strength (only), but the way state intervention has abolished the tension between «relations of production» and «material productive forces of society». Market and mass consume play a central role on this process, since they are the way the said tension is solved and the main spring for alienation. Of course domination was not a question of strength only in past times; elements of cultural domination were present always, like Church, for example. But at the end, the monopoly of weapons and strengths was at first line. In modern (or should I say post-modern?) societies, even if Power still has and makes use of the monopoly of strength, does not make neither a flagrant use nor demonstrations of such. Physical strength is in a second plane and the true force of domination rests in Cultural Domination as defined by Gramsci. Now, through mass consume and a false notion of wealth, people does not feel the State as the enemy anymore, but the protector. Plus, the idea that social classes do not exist anymore, makes unnecessary for the Power to show its physical strength (even if, of course, it has it), and impose domination in a subtler manner. Of course a book like Dialectic of Enlightenment has much more inside than the above exposed ideas, and even those can be explained with dozens of details and specifications voluntarily ignored now, for the good of clarity in this very little work of mine, but, in general terms, such conclusions are gathered in the book. So, we read two authors departing for a point plainly Marxist but actually renewing Marxism. In fact, they follow Marx almost literally for his context; the thing is that, even with a good analysis, conditions have changed, so conclusions are not valid anymore. That tension between «relations of production» and «material productive forces of society», which was the key to maintain alive (or trying to get to live) social conscious and struggle, has been solved by the system of domination now, and this is the problem about domination that Hokheimer and Adorno are trying to set out on their work. The works of Horkheimer and Adorno (not only Dialectic of Enlightenment) have been very important to renovate Marxist thinking and suggest new fields for analyses (and hence, for concentrating forces in struggle, perhaps) like mass consume (that was pointed out by Marx, but only vaguely, as an intuition, since it was not developed when he was alive, so it was not a central point in his works) and adding some elements of Nietszche, Freud and other vital thinkers to Marxist thinking. To end this article, I will state my personal opinion. I think that with the crisis we count on a new scenario from which to look at the analyses of Horkheimer/Adorno regarding to that of Marx. So, we can bring up the next question: was really abolished the tension between «relations of production» and «material productive forces of society» in modern/post-modern societies? Or was it an actual alienation, only appearance? In my opinion, relations of production are a lot more complex than they were in the age of Marx, and we can learn a lot about it reading Horkheimer/Adorno and that way enrich the works by Marx, but perhaps it turns out to be that Marxian analyses (about what could happen counting on the state of things) is not so old-fashioned to our society; perhaps it was only the screen of growth and development and, finally, perhaps Horkheimer and Adorno were not only criticizing the new forms of alienation/domination but trapped and a bit blinded by that too.
domingo, 10 de febrero de 2013
me va la vida
no seáis cazurros, no hay ningún puto nuevo orden mundial, solo la misma puta mierda de siempre tratando de jugárnosla una vez más. y siempre juega con ventaja.
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