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sábado, 13 de febrero de 2016
lunes, 19 de octubre de 2015
domingo, 4 de octubre de 2015
miércoles, 9 de septiembre de 2015
martes, 2 de junio de 2015
jueves, 26 de marzo de 2015
miércoles, 20 de agosto de 2014
lunes, 15 de abril de 2013
el hedor se ha puesto en marcha y es imparable.
la reglota
me gusta
cuando tienes
dolores de mujer
porque
a mí
no me duelen
pero
me como
la mitad
del chocolate
que te llevo a casa.
me gusta
cuando tienes
dolores de mujer
porque
a mí
no me duelen
pero
me como
la mitad
del chocolate
que te llevo a casa.
sábado, 9 de febrero de 2013
pensad, cerdos
"La realidad reflejada y conformada por el arte contiene ya, pues, en sí previamente, como un todo, una toma de partido respecto de las luchas históricas del presente del artista. Sin una tal toma de posición sería irrealizable la elección concreta de tal o cual momento de la vida, y no otro, como particular característico para objeto de la dación artística de forma. Pues en ese caso la pieza de realidad reproducida por el arte (un coin de la nature según Zola) sería realmente solo una una sección casual en cuya lugar podría ponerse otra sección no menos arbitraria; le faltaría, pues, toda necesidad y toda fuerza de convicción".
—Georg Luckàcs, Prolegómenos a una estética marxista
—Georg Luckàcs, Prolegómenos a una estética marxista
jueves, 13 de diciembre de 2012
ahora tengo una metralleta
lo que nos gustaba darle al cigarrillo a algunos, siempre entre copa y copa dándole que te pego como tontos...
martes, 13 de noviembre de 2012
ojito cogito
ayer fue el 173 aniversario de Auguste Rodin y mañana Huelga General en Chipre, Malta, Portugal, España, Italia; apoyada con movilizaciones en Francia, Grecia y Bélgica.
en el lapsus nos ha venido a cuento hacer esto:
en el lapsus nos ha venido a cuento hacer esto:
lunes, 22 de octubre de 2012
Filosofar sin pensar también se puede
Como
cualquiera bien sabe, es ingente la cantidad de palabras vertidas,
escritas y dichas sobre el afamado filólogo y filósofo de la
sospecha Friedrich Nietzsche, ya sea sobre su vida o sobre su
obra—cabe matizar aquí que filología y filosofía solo fueron los
campos más destacados de su prolija actividad humanística, en la
que nos encontramos también con una sana dedicación a la
composición musical y a la poesía; en opinión del que suscribe,
todo hay que decirlo, con bastante mala pata.
En
cualquier caso, nunca se dirá suficientes veces ni con la claridad
que ello precisa, que tenía un prominente bigote. El gran cepillo de
Friedrich Nietzsche, el mostachón por excelencia, ha deslumbrado a
la humanidad entera desde los tiempos en que el alemán escribiera El
Anticristo hasta hoy día.
Probablemente son muchas más las personas que sabrían explicar,
siquiera a groso modo, el pensamiento de Hobbes antes que el de
Friedrich Nietzsche y, sin embargo, ¿quién tiene la estampa del
filósofo inglés grabada a fuego en la mente, en tanto nadie
necesita que le recuerden que Friedrich Nietzsche era aquel filósofo
locuelo con un insigne bigotón? Algo en su mirada nos atrapa y
aterra, como el abismo frente al que él mismo nos advertía en una
de sus sentencias más célebres; pero no se trata de sus ojos de
lunático, pronunciados por la impresión efectista de un turgente
toro supraorbital que neandertaliza efectivamente su rictus
perturbado. No. Se trata, sin duda ninguna, de su bigote. Sin él,
nada en Nietzsche es diferente o siquiera destacable, como así se
puede extraer de sus imágenes de juventud, porque: ¿quién reconoce
la estampa del Nietzsche juvenil? ¿quién se para ante un fotografía
fortuita del personaje para decir: “Anda, mira, si es Nietzsche
cuando era muchacho”? Todo su poderío está confinado en su bigote
y si nos creemos su efusivo discurso sobre la voluntad es solo
gracias a su bigote y si la filosofía del martillo nos parece
verdaderamente martilleante es por obra de su bigote y si, en fin,
caemos en la tentación de dar alguna credibilidad a aquellos que
insisten en que había trazas de protonacionalsocialismo en su
pensamiento todo el mérito es, qué duda cabe, de su terrible
bigote. ¿Alguien se imagina que fuesen Voltaire o Descartes,
cualquiera de ellos dos, el autor de Así habló
Zaratustra? Nos habríamos
creído que se trataba de una broma. El bozo de Descartes solo daba
para su fantasía etílica sobre el genio maligno y, con respecto al
primero, ni siquiera tenía bigote. Así, Nietzsche vino a poner fin
a las divagaciones racionalistas de la modernidad, a poner en
entredicho la existencia de una moralidad universal mínima y a las
exclamaciones universalistas armado con su bigote; estaba harto de
tonterías y quería expresarlo claramente y poner fin a la farsa de
la deriva occidental, y para ello puso por delante su exagerado
bigote, como expresión de primera mano, frente a la actitud
decididamente lampiña de los hijos y nietos de la Ilustración.
martes, 18 de septiembre de 2012
Hastío del Estío
En la vida solo hay dos o tres cosas que son rotundamente verdad; o mejor dicho, estamos rodeados de verdades pero solo alcanzaremos a palpar unas dos o tres.
jueves, 16 de agosto de 2012
sábado, 14 de julio de 2012
Filosofía del hombre que toca
Desde el punto de vista del análisis histórico, consigue haber una inferencia en el cavernoso enfrentamiento entre subjetivismo y objetivismo que ha estado en la base de casi toda la filosofía importante posterior al dominio decimonónico del paradigma idealista, que a unos y otros resulta innegable, a saber: que la Historia es complicada. ¿Acaso alguien puede negarlo? Desde mi abuela hasta cada uno de los insignes culos que se cobijan al calor de alguno de los asientos de la Academia de la Historia (que es real), nadie vacilará en reconocer que, por muy meticuloso que sea el análisis llevado a cabo, la comprensión de la Historia resulta una tarea ardua. Otra cosa es ya irse más lejos y llegar a complicarla tanto que, de tan complicada se hace inasible y como tal la tenemos que aceptar, de modo que en realidad no existe un metarrelato descifrable para el científico social (o cualquier ser humano que tenga interés en hacerlo) sino un montón de pequeños relatos que difieren entre sí y que, en su constitución, retienen cada uno de ellos un retal de verdad; son, cada uno de ellos, una verdad en sí misma, innegable a pesar de la contradicción que pueda suponer el que todo lo contrario sea, así mismo, también verdad. De este palo pueden ir los pifostios que se montan los paisanos cuando hablan de estos delicados temas en los bares, después de haber consumido alguna cervecita de más, o mismamente los buenos de Lyotard, Foucault o Derridá. ¿Acaso nadie recuerda aquella escena en la que, después de que su hijo le hubiera destripado punto por punto los secretos de su teoría de la deconstrucción, la madre de Derridá le preguntó a este: “Oye hijo, tú ya te has echado novia?” No, es broma. Me lo estoy inventando. Pero pudo ser verdad.
Total que, teniendo yo mismo el deseo de erigir mi propia afirmación post-moderna autorreferencial y vacía de verdadero significado diré que, sin ninguna duda la Historia es verdad. LA HISTORIA ES VERDAD. Qué afirmación grande y valiente. Podría escribir un libro entero tratando de convencer a la humanidad, como si hiciera falta, igual que otros tratan de convencernos de que la historia se ha terminado, como si eso fuera posible.
Parece que voy sin hilo pero no es así. Al grano: voy a poner un ejemplo de hecho histórico objetivo, indiscutible, prácticamente inanalizable, en tanto nadie se analiza el ojo del culo para concluir que es el ojo del culo: Robespierre era un señor que cortó muchas cabezas. Magnífico, ¿no es cierto? Si hiciéramos un simposio en torno al tema, nadie acudiría. Lo que no está tan claro a ojos de todo el mundo es el trasfondo ético de este hecho socialcientíficamente objetivo. En su momento se le vio como un gran héroe; un poco después, también en su momento, ya no tanto. Los análisis históricos son de lo más variopinto. A Bakunin le parecía un señor sanguinario. A Karlos le parecía fenomenal. Parece un sarcasmo y es cierto. La mayoría de los perfiles que se hicieron sobre él en el siglo XIX tenían un sesgo negativo. Después, digamos por ejemplo, en lo que hasta hace nada ha sido la actualidad, se ha matizado la visión de Robespierre como un frío intelectual sanguinario, para convertirlo más bien en un gran intelectual demasiado frío y sanguinario. Si nos preguntamos a qué se deben estos diversos matices y vaivenes, pues, las respuestas también pueden ser variopintas. “No le des más vueltas. ¡Es que es una puta locura!”, nos diría Foucault poniéndose bizco y sacando la lengua hacia un lado, tocándose el papo con la punta. Los materialistas, que somos objetivistas y un poco más simples, lo tenemos más claro: la superestructura (que no es sino el pensamiento generalizado entre la masa de las personas) está condicionada por la estructura (la pela, vaya). Esta simpleza nos desvela el que un objeto de estudio objetivo, a saber, un personaje histórico dado, interpretado de poliédricas y muy diferentes maneras en distintos momentos históricos, creándose así la sensación de que todo es interpretable y de que cualquier interpretación es buena, es subjetivizado de manera artificial en virtud de las distintas condiciones estructurales de cada momento dado. Esto no quiere decir, señores, que el pobre Robespierre sea subjetivo en sí mismo, solo que es subjetivable. ¿Estoy siendo muy oscuro? Otra vez al grano: esta es la razón (es decir, el condicionamiento de la forma en que pensamos por la forma en que vivimos) por la que, después de años de biografías marcadas por el matiz y la moderación, de repente a una gran parte de la población le cae bastante simpático Robespierre, aun sin ni siquiera saber quién es este personaje en muchos casos y por la que, en virtud de un hermoso milagro, a muchos no nos da miedo decir que bien nos place una guillotina.
miércoles, 13 de junio de 2012
sábado, 19 de mayo de 2012
martes, 24 de abril de 2012
sábado, 14 de abril de 2012
Bem te dizia que era tarde
martes, 10 de abril de 2012
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