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lunes, 15 de abril de 2013

sábado, 9 de febrero de 2013

pensad, cerdos

"La realidad reflejada y conformada por el arte contiene ya, pues, en sí previamente, como un todo, una toma de partido respecto de las luchas históricas del presente del artista. Sin una tal toma de posición sería irrealizable la elección concreta de tal o cual momento de la vida, y no otro, como particular característico para objeto de la dación artística de forma. Pues en ese caso la pieza de realidad reproducida por el arte (un coin de la nature según Zola) sería realmente solo una una sección casual en cuya lugar podría ponerse otra sección no menos arbitraria; le faltaría, pues, toda necesidad y toda fuerza de convicción".

—Georg Luckàcs, Prolegómenos a una estética marxista

jueves, 13 de diciembre de 2012

martes, 13 de noviembre de 2012

ojito cogito

ayer fue el 173 aniversario de Auguste Rodin y mañana Huelga General en Chipre, Malta, Portugal, España, Italia; apoyada con movilizaciones en Francia, Grecia y Bélgica.
en el lapsus nos ha venido a cuento hacer esto:

lunes, 22 de octubre de 2012

Filosofar sin pensar también se puede

Como cualquiera bien sabe, es ingente la cantidad de palabras vertidas, escritas y dichas sobre el afamado filólogo y filósofo de la sospecha Friedrich Nietzsche, ya sea sobre su vida o sobre su obra—cabe matizar aquí que filología y filosofía solo fueron los campos más destacados de su prolija actividad humanística, en la que nos encontramos también con una sana dedicación a la composición musical y a la poesía; en opinión del que suscribe, todo hay que decirlo, con bastante mala pata.
En cualquier caso, nunca se dirá suficientes veces ni con la claridad que ello precisa, que tenía un prominente bigote. El gran cepillo de Friedrich Nietzsche, el mostachón por excelencia, ha deslumbrado a la humanidad entera desde los tiempos en que el alemán escribiera El Anticristo hasta hoy día. Probablemente son muchas más las personas que sabrían explicar, siquiera a groso modo, el pensamiento de Hobbes antes que el de Friedrich Nietzsche y, sin embargo, ¿quién tiene la estampa del filósofo inglés grabada a fuego en la mente, en tanto nadie necesita que le recuerden que Friedrich Nietzsche era aquel filósofo locuelo con un insigne bigotón? Algo en su mirada nos atrapa y aterra, como el abismo frente al que él mismo nos advertía en una de sus sentencias más célebres; pero no se trata de sus ojos de lunático, pronunciados por la impresión efectista de un turgente toro supraorbital que neandertaliza efectivamente su rictus perturbado. No. Se trata, sin duda ninguna, de su bigote. Sin él, nada en Nietzsche es diferente o siquiera destacable, como así se puede extraer de sus imágenes de juventud, porque: ¿quién reconoce la estampa del Nietzsche juvenil? ¿quién se para ante un fotografía fortuita del personaje para decir: “Anda, mira, si es Nietzsche cuando era muchacho”? Todo su poderío está confinado en su bigote y si nos creemos su efusivo discurso sobre la voluntad es solo gracias a su bigote y si la filosofía del martillo nos parece verdaderamente martilleante es por obra de su bigote y si, en fin, caemos en la tentación de dar alguna credibilidad a aquellos que insisten en que había trazas de protonacionalsocialismo en su pensamiento todo el mérito es, qué duda cabe, de su terrible bigote. ¿Alguien se imagina que fuesen Voltaire o Descartes, cualquiera de ellos dos, el autor de Así habló Zaratustra? Nos habríamos creído que se trataba de una broma. El bozo de Descartes solo daba para su fantasía etílica sobre el genio maligno y, con respecto al primero, ni siquiera tenía bigote. Así, Nietzsche vino a poner fin a las divagaciones racionalistas de la modernidad, a poner en entredicho la existencia de una moralidad universal mínima y a las exclamaciones universalistas armado con su bigote; estaba harto de tonterías y quería expresarlo claramente y poner fin a la farsa de la deriva occidental, y para ello puso por delante su exagerado bigote, como expresión de primera mano, frente a la actitud decididamente lampiña de los hijos y nietos de la Ilustración.
En todas las casas con libros hay libros de Nietzsche, pero no necesariamente de Platón o de Aristóteles o del cabrón de Adam Smith. A estas alturas no hará falta que insista: esto es así gracias a su bigote. Porque, ¿cuál es la razón de que nadie se anime con filósofos mucho menos enrevesados y más de andar por casa que el bueno de Friedrich? Resulta obvio pensar que un profano que tenga curiosidad jamás compraría un libro de Rosseau, Hume o Locke por la estampa del autor, ya que la impresión que tendrá sea seguramente la de que le van a dar un soberano coñazo, pero no ocurre así con el filósofo alemán, cuyo mostacho intimidador promete todo lo que buscamos en la vida para combatir el aburrimiento: polémica, diversión, oscuridad, contradicción, alarmismo, actitudes existencialistas, fanfarronería, terror, verdad, lucidez, denuncia, humanidad, libertad y todo lo que se nos ocurra; y todo ello, ya lo he dicho, se resume y recoge en un magnífico bigote.

martes, 18 de septiembre de 2012

Hastío del Estío


En la vida solo hay dos o tres cosas que son rotundamente verdad; o mejor dicho, estamos rodeados de verdades pero solo alcanzaremos a palpar unas dos o tres.

jueves, 16 de agosto de 2012

sábado, 14 de julio de 2012

Filosofía del hombre que toca

Desde el punto de vista del análisis histórico, consigue haber una inferencia en el cavernoso enfrentamiento entre subjetivismo y objetivismo que ha estado en la base de casi toda la filosofía importante posterior al dominio decimonónico del paradigma idealista, que a unos y otros resulta innegable, a saber: que la Historia es complicada. ¿Acaso alguien puede negarlo? Desde mi abuela hasta cada uno de los insignes culos que se cobijan al calor de alguno de los asientos de la Academia de la Historia (que es real), nadie vacilará en reconocer que, por muy meticuloso que sea el análisis llevado a cabo, la comprensión de la Historia resulta una tarea ardua. Otra cosa es ya irse más lejos y llegar a complicarla tanto que, de tan complicada se hace inasible y como tal la tenemos que aceptar, de modo que en realidad no existe un metarrelato descifrable para el científico social (o cualquier ser humano que tenga interés en hacerlo) sino un montón de pequeños relatos que difieren entre sí y que, en su constitución, retienen cada uno de ellos un retal de verdad; son, cada uno de ellos, una verdad en sí misma, innegable a pesar de la contradicción que pueda suponer el que todo lo contrario sea, así mismo, también verdad. De este palo pueden ir los pifostios que se montan los paisanos cuando hablan de estos delicados temas en los bares, después de haber consumido alguna cervecita de más, o mismamente los buenos de Lyotard, Foucault o Derridá. ¿Acaso nadie recuerda aquella escena en la que, después de que su hijo le hubiera destripado punto por punto los secretos de su teoría de la deconstrucción, la madre de Derridá le preguntó a este: “Oye hijo, tú ya te has echado novia?” No, es broma. Me lo estoy inventando. Pero pudo ser verdad.
Total que, teniendo yo mismo el deseo de erigir mi propia afirmación post-moderna autorreferencial y vacía de verdadero significado diré que, sin ninguna duda la Historia es verdad. LA HISTORIA ES VERDAD. Qué afirmación grande y valiente. Podría escribir un libro entero tratando de convencer a la humanidad, como si hiciera falta, igual que otros tratan de convencernos de que la historia se ha terminado, como si eso fuera posible.
Parece que voy sin hilo pero no es así. Al grano: voy a poner un ejemplo de hecho histórico objetivo, indiscutible, prácticamente inanalizable, en tanto nadie se analiza el ojo del culo para concluir que es el ojo del culo: Robespierre era un señor que cortó muchas cabezas. Magnífico, ¿no es cierto? Si hiciéramos un simposio en torno al tema, nadie acudiría. Lo que no está tan claro a ojos de todo el mundo es el trasfondo ético de este hecho socialcientíficamente objetivo. En su momento se le vio como un gran héroe; un poco después, también en su momento, ya no tanto. Los análisis históricos son de lo más variopinto. A Bakunin le parecía un señor sanguinario. A Karlos le parecía fenomenal. Parece un sarcasmo y es cierto. La mayoría de los perfiles que se hicieron sobre él en el siglo XIX tenían un sesgo negativo. Después, digamos por ejemplo, en lo que hasta hace nada ha sido la actualidad, se ha matizado la visión de Robespierre como un frío intelectual sanguinario, para convertirlo más bien en un gran intelectual demasiado frío y sanguinario. Si nos preguntamos a qué se deben estos diversos matices y vaivenes, pues, las respuestas también pueden ser variopintas. “No le des más vueltas. ¡Es que es una puta locura!”, nos diría Foucault poniéndose bizco y sacando la lengua hacia un lado, tocándose el papo con la punta. Los materialistas, que somos objetivistas y un poco más simples, lo tenemos más claro: la superestructura (que no es sino el pensamiento generalizado entre la masa de las personas) está condicionada por la estructura (la pela, vaya). Esta simpleza nos desvela el que un objeto de estudio objetivo, a saber, un personaje histórico dado, interpretado de poliédricas y muy diferentes maneras en distintos momentos históricos, creándose así la sensación de que todo es interpretable y de que cualquier interpretación es buena, es subjetivizado de manera artificial en virtud de las distintas condiciones estructurales de cada momento dado. Esto no quiere decir, señores, que el pobre Robespierre sea subjetivo en sí mismo, solo que es subjetivable. ¿Estoy siendo muy oscuro? Otra vez al grano: esta es la razón (es decir, el condicionamiento de la forma en que pensamos por la forma en que vivimos) por la que, después de años de biografías marcadas por el matiz y la moderación, de repente a una gran parte de la población le cae bastante simpático Robespierre, aun sin ni siquiera saber quién es este personaje en muchos casos y por la que, en virtud de un hermoso milagro, a muchos no nos da miedo decir que bien nos place una guillotina.

sábado, 14 de abril de 2012

Bem te dizia que era tarde




Otra muestra de lo que hubiera sido el segundo ejemplar de Pop Subnormal y Punk Intelectual. Desde el principio había material suficiente para dos y puede que hasta para tres, pero las cosas fueron por otros derroteros.