Wormrot-Dirge

Cuando uno escucha un álbum como el Dirge (2011) de Wormrot, lo primero que le puede venir a la cabeza es que en Singapur están como putas chotas cabras. Ahí tenemos otras bandas que lo atestiguan como Abhorer, Impiety o Castrado Cadaver (con un disco que se llama, ojo al dato, «No mas... worms y gusanos», que contiene títulos como «El caso de sadistico de carnage» o «Soy un el psicoterapeuta» [sic]) y otra serie de chalados de la que podemos dar cuenta aquí. Podríamos darle vueltas al porqué, ya que está claro que algo les pasa, pero no nos vamos a meter aquí en el berenjenal de hacer un recorrido analítico por la historia socioeconómica de este país (porque, para empezar, eso sería asumir que a alguien le importa). Lo que está claro es que Dirge es la hostia y que hay que estar muy loco para hacer un disco así. Para Wormrot el mundo se acaba y es una puta locura, y te lo dejan claro en los alrededor de 19 minutos que dura el disco (con 25 canciones en total), en el que hay momentos para la musicalidad, como en Principle of Puppet Warfare o The Final Insult (un significativo último título de la lista), 2 de los 7 temas que rebasan el minuto de duración. La poética lírica de Wormrot queda resumida en temas como «You suffer, but why it is my problem?», cuya letra dice: «I don't want to hear this again!/ You suffer but why is it my problem?!» (fin). Entre tanto caos hay lugar para ritmillos rockanroleros al estilo crustie (el payacho) e incluso algún riff momentáneo sacado del pantano. Si no te gustan, sólo habrás invertido 18:24 minutos de tu vida, así que por lo menos no te habrán dado el coñazo, como Wagner o Dream Theater. Hay por ahí mil bandas (particularmente de metal extremo y extraños allegados históricos como neo-folk y demás), que pretenden que el mundo está jodido y utilizan esta tesis como coartada para meterse en el papel de malotes a los que no les importa nada. Wormrot, por su parte, saben con total seguridad que de hecho el mundo está jodido y se lo toman como la puta broma que es; se ríen de los malotes y también se ríen de ti y de mí, conscientes de que el nihilista que se toma en serio a sí mismo, ni es nihilista ni es nada.