H
de Halcón habla de una
cetrera que, por una serie de circunstancias, decide adiestrar a un azor, una
rapaz por la que en el pasado no había sentido especial atracción. El libro forma
parte de una larga tradición de la que la propia Helen MacDonald da cuenta,
haciendo especial hincapié en el libro El
azor (The Goshawk), de T. H. White, en las razones que llevaron a su autor a escribir ese libro y en el proceso
y los resultados de la escritura en su propia persona (le dedica, de hecho,
todo el capítulo 4, aunque está presente a lo largo de todo el libro de
MacDonald). Hay en todo esto, claro, una reflexión implícita sobre la propia
obra (su lugar en la historia, el estado de la cuestión que se pretende tratar
y la literatura precedente, las propias razones de la escritura y el modo en
que se va a afrontar…) y, así, una serie de elementos típicos de de la metaliteratura.
Pero no nos pongamos grandiclocuentes, Helen MacDonald, antes que indagar en
las actitudes creativo-formales de los siglos XX/XXI, pretende, más
probablemente, ser honesta con toda la tradición que la precede. De forma
natural, se llegan a colar auténticas notas para el lector a este respecto: «Este libro que lees es mi historia. No es una biografía de Terence Hanbury
White. Pero White es parte de mi historia». Parece claro que las intenciones de
MacDonald son más enciclopédicas o archivísticas que metaliterarias y sus
reflexiones se orientan más a la relación del ser humano con la naturaleza (con
la externa y con la propia), al hecho de la doma de lo salvaje como acto de
doma personal y al mismo tiempo como recuperación del contacto perdido con lo
salvaje, la cetrería, las rapaces… que al fenómeno formal de la literatura, aunque
ambos caminos, claro, confluyen. Esta naturalidad hace que dichos elementos no
ahoguen a la obra, como ya pasa con los penúltimos libros paridos por esa serie de escritores
academizantes que introducen una serie de elementos en sus textos como quien da una
pirueta en la bici en mitad del recorrido, simplemente porque sabe o puede, por alarde.
Respecto al estilo, Helen MacDonald sabe dónde
están sus límites o quizá es lo suficientemente humilde como para no tratar de
traspasarlos para entrar en terrenos resbaladizos y, así, la sencillez de su
prosa y de sus metáforas otorga a su escritura la forma de un texto fluido y
luminoso; una frase tan contundente, lírica y concisa como «No pueden tocar el
mundo, solo registrarlo» para hablar del trabajo de piloto, encierra en sí misma
esa sensación de comprensión universal que transmiten los haikus clásicos.
Puede, quizá, que en algunos momentos
caiga en un cierto exceso en lo emotivo y lírico, pero en lo general sale bien
parada de la exploración sentimental del espíritu humano que lleva a cabo, lo
que no suele ser el caso en este tipo de tratamientos.
Es de notar la opción de la traducción
del título H is for Hawk como H
de Halcón, lo que no deja de acarrear algunos problemas. En inglés existen
la palabra falcon, con una vocación más taxonómica, y que sería el
equivalente a nuestro 'halcón', y la palabra hawk, que se referiría más bien y hablando groso modo a una serie de características
fisonómicas que asemejarían a ciertas aves rapaces. Para los ingleses un azor
es un hawk, pero para los hispanoparlantes
un azor no es un halcón. De hecho esta diferencia sí se recoge en el grueso del
texto traducido, como cuando la autora se mantiene en la convicción de
adiestrar a un azor frente a la posibilidad de un halcón que le propone su amigo
Stuart (aunque es inevitable que se incurra en alguna contradicción chocante,
precisamente por la complicación terminológica, ya que en otros extractos, sin embargo, se
refiere a los azores como halcones, sea implícita o explícitamente). Sea cual sea la razón por la que se optó
por este título, no se debe al azar y es probable que responda a criterios de
la editorial, pues el cetrero Carlos Galindo se encargó de la revisión técnica
de la traducción, a cargo de Joan Eloi Roca, gracias a quien podemos disfrutar
de la prosa que arriba describíamos. Se trata de una traducción (o mejor dicho,
de un texto, pues no la he cotejado con el original) cuidado y trabajado; si
uno se pone a buscar alguna cosa que no cuadre, seguramente la encontrará, ¿pero
existe alguna obra de más de 300 páginas, sea traducción u original, en la que
cada frase cuadre, en la que la prosa no tenga momentos de debilidad? Yo, que
conozco pocos fenómenos perfectos, lo dudo.
De los correctores de estilo y/u
ortotipografía que también hayan puesto su granito de arena, nada sabemos.
Me he manejado con la segunda edición y
algunos errores que se pueden apuntar para mejorar en las futuras son:
- «[…] protegerʄ a mi azor», en la página
136;
- «Admira al azor malditamente a fondo»,
en la página 149;
- «Me ignorándome», en la página 305;
- «Está sentada en mi sofá enrollándose [por
‘liándose’] un cigarrillo».
Buen libro.
Buen libro.
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