este año hubo varios
regresos musicales de ¿viejas? glorias que llevaban tiempo dando tumbos y que
sin embargo han ofrecido material muy solvente. en particular, Incantation,
Sinister y Dying Fetus nos han dado alegrías que ya no esperábamos, por lo
menos quienes queremos música y no nombres.
Incantation han regresado
con Profane Nexus y creo que a muchos
les han dejado el mismo buen sabor de boca que a mí. Parece que fue ayer cuando
sacaron Infernal Conquest, momento
cumbre del grupo y curiosamente el inicio de la cuesta abajo. The Infernal Storm mantenía el tipo (yo
aún lo incluiría en la lista de discos obligatorios de Incantation, incluso)
pero, sobre todo a partir del siguiente, Blasphemy,
dejaron de convencer. No les pasó nada distinto de lo que les pasa a tantas
bandas: lo que había sido un sonido característico y personal como pocos se
acabó convirtiendo en una fórmula repetitiva. Con cada disco, daba la impresión
de que los miembros de la banda sabían exactamente qué era lo que había
funcionado y trataban de recuperar la magia tratando de repetir los mismos
pasos, a ver si funcionaba, como quien retoma el camino por el que fue dejando
los garbanzos o sigue las baldosas amarillas sin salirse ni un paso. Siempre se
hablará de si falta tal o cual miembro, que si la formación mítica no sé cuál,
pero lo cierto es que la falta de inspiración y el dejarse devorar por la
espiral de lo que una vez fue la propia creatividad no hay ser que lo cure. Lo
cierto es que todos eran buenos discos, efectivos, que cumplían, vaya. Habría
que ser muy zopenco para no darles el aprobado, pero a una banda de 10 se le
pide como mínimo un 7, no un 6 o hasta un 5 raspado, y mucho más en esta época
de saturación y vaivén de grupos. Lo cierto es que mientras ellos iban cuesta
abajo, les salían imitadores por todas partes (este milenio en particular ha
sido muy profuso en grupos de death metal guarro, complejo y oscuronón; el
legado del Infernal Conquest, podemos
suponer, que salió en 1998, pero quién sabe… También es verdad que durante los
90 el Death Metal estaba en formación y los subestilos estaban por crearse y
codificarse). Pues bueno, el caso es que, para muchos, ya volvían a apuntar
maneras con sus dos anteriores, Vanquish
in Vengeance y Dirges of Elysium,
y probablemente con Profane Nexus van
un poco más allá y cumplen lo que venían prometiendo desde hace unos años: un
disco de death metal sucio, pesado, oscuro y jodido como el infierno o como la peor
de las cloacas de este planeta. Parece que estaban calentando motores y la
maquinaria vuelve a ir a pleno rendimiento. No se trata de que se hayan calcado
otro Infernal Conquest, sino de que
este es un álbum de Incantation como hacía años que no se esperaba, muy por
encima de las expectativas, y que cumple con el estatus de leyenda de la banda.
Si bien cuando lanzaron la canción de adelanto, Muse, la sensación era más bien de que se trataba otra vez de lo
mismo, por no decir que no me gustan nada los videoclips que lanzan las
¿viejas? glorias últimamente (desde hace años), todos posando con cara de malotes
y tocando en directo, en plan jebis pacones con más pinta de Rosendo que de
Dave Vincent en los buenos tiempos, pero una vez superado el susto y metido de
lleno en el álbum, se vencen los prejuicios y hasta se descubre que Muse es un tema bastante potente.
Como si nos estuvieran
destripando bajo un sol de justicia y poniendo nuestras tripas a secar ante
nuestros ojos mientras devoran nuestra carne. Así son Incantation cuando están
en forma y así, se desprende, es Profane
Nexus.
Atención a temazos locos
como «Visceral Hexaedron», «Incorporeal Despair», «Omens to the Altar of Onyx»
o el monumental «Ancient Arise», que se alternan con la brutalidad segura y asesina
de «Xipe Totec» o «Lus Sepulcri». Aunque hay que decir que, como todo lo bueno
de Incantation, constituye un trabajo compacto que es mejor escuchar como
unidad, y la brutalidad y oscuridad son elementos de presencia constante, en
dialéctica tenaz independientemente del tema: la cuestión es si la pesadilla
acabará antes cuando reventemos de miedo o de dolor.
Otros que han vuelto este
año son Sinister, una banda de la que siempre pensé que su momento de gloria
coincidió con un momento de inspiración casual, porque lo cierto es que todo lo
bueno lo dieron entre el 92 y el 95, y desde entonces solo hacían cosas mediocres.
Los escindidos Houwitser no tuvieron mejor suerte, y al mundo del death metal
solo aportaron un nombre nuevo y mucha pose. El caso es que, quién sabe qué
coño ha pasado, pero van y se marcan el Syncretism
y resulta que es un disco cojonudo, de esos de enmarcar, de poner sin parar en
el reproductor, porque no solo es bruto y despiadado, sino que además es pegadizo
y engancha. Una cosa que uno cree aprender con los años es que, cuando el
tiempo pasa por una banda y no hace más que sacar futilidad tras futilidad, por
mucho que se esfuercen, así se va a quedar la cosa, independientemente de que
cuenten con una legión de fanáticos, críticas en las revistas chachis (vía el
dinerito de Nuclear Blast), bolos de sobra y me imagino que pasta para vivir de
la música: cuando a un grupo de treintañeros se les va la inspiración en la
treintena, muy rara vez les vuelve por arte de magia en la cincuentena (y si
no, que se lo pregunten a Cannibal Corpse, que llevan años haciéndose ricos por
dar la turra). Pero parece que Sinister fueran un día paseando por un parque
holandés cualquiera, resbalasen con el gélido hielo invernal y se diesen tal
hostia en la cabeza que se acordasen de cómo hacer buena música. Syncretism no es solo un gran regreso,
es que está a la altura de la mejor obra de Sinister; que un disco de death metal
noventero suene fresco y enganche como lo hace este, hoy por hoy, cuando tantas
bandas «de siempre» se dedican a repetir las mismas estructuras y ritmos una y
otra vez (y ese, amigos, como siempre, como en tantos estilos, es el problema),
cuando los niveles de brutalidad, complejidad e innovación en este estilo han
llegado tan lejos que es difícil llamar la atención con las sonoridades clásicas,
y más cuando continuamente aparecen nuevas propuestas que las revisan, renovándolas
y trayéndolas directamente al presente y quitando tronos aquí y allá… en fin,
que un disco de death metal noventero suene fresco y enganche como lo hace
este, con todo ese percal, es un gran mérito. sonido compacto, consistente pero
no inorgánico, y una voz cavernosa e intensa (eso sí que siempre estuvo ahí).
hay que destacar el uso de teclados, cuya misión no es resucitar a base de
sobreproducción canciones que han nacido muertas, como tantas veces pasa, sino reforzar
su atmósfera y pegada, y contemporaneizar de algún modo el sonido de la banda.
Sinister ya habían hecho alguna cosa con teclados aquí y allá, pero nunca
habían hecho de este instrumento un elemento de presencia constante en todo un
álbum, y hay que decirlo: les queda bien. huelga decir que The
Post-Apocalyptic Servant no era ni mucho menos un mal trabajo, y
que en retrospectiva se puede decir que el gran regreso se veía venir, aunque
el soso disco de versiones Dark Memorials
no había ayudado a reforzar esta sensación, precisamente. The
Post-Apocalyptic Servant es un disco que empieza muy alto y
luego va perdiendo fuelle, con demasiados altibajos como para pensar en él como
un disco redondo. Es verdad que tengo que decir que, de hecho, lo estoy
volviendo a escuchar últimamente y me está gustando más de lo que lo hizo en su
momento (ay, la desgana). Recomiendo a todxs el mismo ejercicio de revisión.
Sea como sea, en Syncretism se
achatan las esquinas. Si ya tienes tu lista con lo mejor del 2017 y no habías
escuchado Syncretism, vete pensando
lo que vas a quitar.
Dying Fetus son nuestros
garrulos favoritos y vuelven con Wrong
One to Fuck With (ups, perdón por lo de «garrulos»). Después de marcarse
una serie de discos memorables, que, junto a los de otros tantos grupos,
marcaron de hecho época, elevando el death metal a nuevos niveles de brutalidad
e intensidad y empezando a convertirlo en lo que es hoy (a marcar la
diferencia, en fin, entre un death metal old
school o clásico o como se quiera llamar y un nuevo tipo de death metal más
del siglo XXI, durante unos años en que la etiqueta «brutal» parecía quedarse
obsoleta con cada nuevo lanzamiento para el lanzamiento anterior: son los años gloriosos
de Deed of Flesh o de Cryptopsy, de la demo de Afterbirth o el Thy Hideous Wake de Disgorged o de las
demos de Embrionic Death y Entity, ambos pioneros de la ultracafrería): durante
el cambio de década e inicio del milenio el asunto se había puesto rebestia,
con asuntos como el Disgorging the Dead de
Sintury, el Cerebral Cereal de
Pyaemia, el She Lay Gutted de
Disgorge, lo de Gorgasm o el Instruments
of Torture de Brodequin habiendo descompuesto el panorama, por mencionar
unos muy pocos ejemplos de un periodo marcado por una espiral ascendente hacia
la brutalidad más alienante y trituradora. nuestros cráneos podían aguantar
hasta límites insospechados las continuas hinchazones de nuestros inútiles cerebros.
Purification
Through Violence, Killing on
Adrenaline y Destroy the
Opposition fueron (y son) sus álbumes míticos; habiendo
comenzado con una clara vocación gore, se fueron internando en el terreno de la
politización de las letras, criticando las guerra de Irak y a la administración
Bush en conjunto, e introduciendo temáticas de mensaje claramente anticapitalista
y consumista, en temas como Pissing in
the Mainstream u Praise the Lord
(Opium for the Masses) o con líneas del tipo: «Fuck these corporations and
their fucking record stores» o «Fuck your Spice Girls and your fucking
Pearl Jam», en el tema Fuck your
mother, Rape your dog (que, todo sea dicho, nadie adivinaría de qué habla
si por el título fuera). ¿Y qué pasó? Pues que Jason Netherton, bajista y
cantante a pachas con John Gallagher, letrista y parte importante de la
composición, se pira y se lo monta con Misery Index, banda menos ambiciosa en el
concepto musical que Dying Fetus (me parece a mí, vaya), con el tema político
completamente en primera plana y una discografía sólida como ya la quisieran
para sí sus antiguos compañeros de grupo. Entretanto, John Gallagher se dedica
a ir diciendo en diferentes entrevistas aquí y allá que en realidad el resto de
la banda no estaba de acuerdo con los mensajes que Netherton transmitía con sus
letras, que se sienten ciudadanos estadounidenses y que el 11-S estuvo muy mal
y a los iraquís que los den por el culo (vale, no es eso lo que dijo
literalmente, tampoco lo estoy entrecomillando); y la verdad, me parece que hay
que ser un garrulo de campeonato, porque una cosa es que no creas que las
letras son lo importante y otra cosa es que te pases años siendo lanzadera para
un mensaje del que estás en contra. La verdad es que uno se imagina a Gallagher
tocando la guitarra y jugando a la Play 24/7, sin pararse a pensar en todo esto
hasta que Netherton se marchó, porque si no, no se explica. Bueno sí, cualquier
cosa se explica, porque la premisa básica está más que demostrada: Gallagher es
un puto garrulo de cuidado. En fin, el caso es que tratan de no alejarse
estéticamente de su estética de ciudadanos politizados y cabreados, pero
adaptándola a la clase media-alta yanqui de la que forman (y probablemente siempre
formaron) parte, lo cual queda bastante ridículo, como esas bandas con letras
satánicas que luego resultan profesar la fe cristiana. Pero el problema, el
auténtico problema, porque a mí que en Baltimore, Maryland, haya un puto
garrulo llamado John Gallagher me la suda, es que comenzaron a sacar discos
bastante poco inspirados.
De nuevo, como pasa con
las bandas que ya tienen un nombre, eran suficiente para rentabilizar, hacerse
una girita, tener críticas más o menos amables en la prensa guay y vivir de la
música. Hay que decir que el rollo rítmico de Dying Fetus disimula mejor un
álbum anodino que la brutalidad doom de Incantation, como el pan o el azúcar al
hambre, aunque personalmente he tenido cosas mejores de las que ocuparme estos
años que de los discos repetitivos e insulsos que han estado sacando los otrora
grandiosos Dying Fetus. Y mira tú, aunque siguen siendo unos garrulos, como ya
han tenido tiempo de demostrar en las entrevistas de promoción, resulta que por
alguna razón también han vuelto a encontrar la inspiración cuando nadie lo
esperaba, y se han marcado un Wrong One
to Fuck With que los devuelve a sus mejores tiempos. La rítmica vuelve a
estar ahí para mover nuestro esqueleto zombi y no para rellenar, los
tecnicismos enrevesados al servicio de la contundencia y la brutalidad y no del
aburrimiento, las letras… las letras están en inglés y es death metal, que
nadie se preocupe. Prueben a escuchar los temas de adelanto, Fixated on Devastation y Die with Integrity y verán de qué les
hablo. Luego sumérjanse en el resto del álbum. Valdrá la pena.
También tuvimos un
regreso afortunado de Morbid Angel, pero fue hace nada y aún no ha habido
tiempo de digerirlo (eso sí, está decidido: regreso bueno).
Otra mención especial
para Immolation, que siguen de capa caída por mucho que los fanáticos se
empeñen en qué van dando lección tras lección. La verdad, nunca entendí por qué
la caída de Incantation resultaba tan patente mientras que todo el mundo seguía
babeando con Immolation, que van con tres cuartas de lo mismo, repetición
cansina de fórmulas y falta de inspiración, pero encima con una media de calidad
que en conjunto queda muy por debajo.
También para los Cannibal Corpse, que ya son todo un grupo viejuno (como concepto) por derecho propio (llenan conciertos y no tienen problema en que sus seguidores les compren el mismo disco una y otra vez).
También volvieron Broken Hope, con Mutilated and Assimilated, el segundo trabajo desde 1999. Parece que se lo toman con calma. Este álbum no les sacará de su condición de banda histórica que parece relegada a un segundo plano y de la que nadie se acuerda en las conversaciones ni destaca ninguna obra en particular. Es un caso tan repetido que debería haber una palabra para esto.
También para los Cannibal Corpse, que ya son todo un grupo viejuno (como concepto) por derecho propio (llenan conciertos y no tienen problema en que sus seguidores les compren el mismo disco una y otra vez).
También volvieron Broken Hope, con Mutilated and Assimilated, el segundo trabajo desde 1999. Parece que se lo toman con calma. Este álbum no les sacará de su condición de banda histórica que parece relegada a un segundo plano y de la que nadie se acuerda en las conversaciones ni destaca ninguna obra en particular. Es un caso tan repetido que debería haber una palabra para esto.
En fin, esto es todo. Ya
era hora.
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