Aunque predomina en todos los ámbitos el
dicho manierista de que «todo tiempo pasado fue mucho mejor», lo cierto es que
siempre hay ejemplos de mejoras de lo presente en algún sitio, o al menos de
que se puede seguir haciendo igual de bien. En la última década han aparecido
un buen puñado de bandas que, si no superan el legado noruego (probablemente
eso sea mucho decir), al menos lo ponen en un nuevo nivel. Desde mediados de
los 90, el black metal ha ido por muchos derroteros. Tenemos a algunas bandas
que fueron fusionando el estilo con otros sonidos o que se dedicaron a explorar
y explotar lo que llevaba en la alforja para crear estilos nuevos que, en
muchos casos, se alejaron del original hasta no parecerse en nada (lo digo
descriptivamente y no valorativamente; ejemplos pueden ser Ulver o
Dodheimsgard, aunque los hay a patadas). En la última década, sin embargo,
parece haber tomado la delantera (al menos en lo cualitativo) la opción de
seguir lo que se ha venido llamando ortodoxia (término aplicado a una serie de
bandas que en el caso de unas resulta más equívoco que en el de otras) para,
sin abandonarla, ponerla en otro nivel. Entre estas bandas podemos contar a toda
la tropa de Trondheim (Celestial Bloodshed, One Tail One Head o Mare, entre
otros), Svarti Daudi (cuya estética enmascarada los Mgla parecen haberse
apropiado en los últimos tiempos), Behexen (esto sí es ortodoxia), Nightbringer
(con sus ciertos toques psicodélicos), Inquisition (que añaden pinceladas de
esto y de lo otro), Dødsengel, Nefandus, Ofermod y, por supuesto, Mgla.
Tras un periodo a finales de los noventa e
inicios del siglo actual en el que predominaron las bandas de sonoridades
épicas y orquestales (aunque la predominancia de unas no presupone la
inexistencia de otras, como suele pasar siempre, si bien los relatos históricos
se muestran más categóricos y por eso a veces resulta tan difícil rastrear el
verdadero origen de las cosas –ej.: romanticismo y realismo en literatura no
son históricamente dos estilos categóricamente separados en el tiempo, como se suele explicar
en los libros de instituto y manuales de consulta rápida, sino dos actitudes
que en distintos momentos tuvieron una predominancia la una sobre la otra,
siempre en conversación, y así toda la historia cultural, más o menos–),
parece, al menos esa es mi impresión, que en las últimas décadas las bandas que
más tienen que ofrecer (insisto, cualitativamente) son aquellas que recogen el
legado más oscuro del black metal noruego de principios de los 90 (y, en
particular, el legado de los primeros Mayhem, que durante el periodo anterior,
en mi opinión, a pesar de ser siempre venerado, se había abandonado y
descuidado en cuanto que guía musical), centrándose en los elementos oscuros y
decadentes que contenía. (¿Habrá algo más oscuro en la historia del black metal
que el columpio [o mecedora] que suena al final de All Praise to Thee de Celestial Bloodhsed?). Las razones por las
que esto ocurrió así, en este orden de hechos y en estos distintos momentos en
particular, son varias y no son azarosas, pero no se trata de hacer una tesis
ahora (aunque es cierto que estoy aprovechando este artículo para soltar toda
la mierda que no tengo tiempo para soltar dosificada en este blog, si bien ya me
gustaría). En esto, los polacos Mgla fueron más o menos pioneros, por fechas y
estilos, en recoger el legado de las bandas ortodoxas
y envolverlo en capas sonoras de corrupción y lobreguez.
Una de las razones por las que pienso en
los antiguos Mayhem cuando pienso en estas nuevas
bandas es el tratamiento de la voz. A pesar de la originalidad desplegada por
Attila Csihar en el Mysteriis Dom Satanas,
da la impresión de que durante muchos años no hubo imitadores para su estilo.
Durante años predominó un estilo más monótono, bien más grave bien más chillón,
pero conservador en cuanto al uso de la voz como instrumento. Mgla y otros como
Mgla sin embargo, parten de las clásicas voces del black metal para incidir en
un estilo más grave, más decadente, con más cambios de tonos y escalas, más
variado en conjunto y al servicio del ambiente general al que también se
dedican los instrumentos. También juegos con las disonancias, que ya están
asimiladas como parte íntegra de este género; repetición de una melodía sobre
la que se van superponiendo cambios de ritmos, riffs y golpes de guitarra, y temas entre filosóficos y esotéricos, siempre en exploración de lo más
recóndito de la psique humana y acordes con el sonido tétrico de la música.
Como en muchos otros de sus partenaires,
hay en Mgla un abandono de la épica que había caracterizado a una buena parte
del black metal y que quitaba terreno al elemento lóbrego y bilioso que
precisamente parecen tratar de explorar estas bandas; si encontramos épica
aquí, se trata de una épica decadente, no hay celebración sino indolencia, es
la épica del desprecio. También algún elemento crustie en ciertos ritmos, que
de un tiempo a esta parte se ha recuperado para el estilo y para el metal
extremo en general. Y digo bien al decir «recuperado», porque a principios de
los 90 había fanzines que te mezclaban a Burzum, Morbid Angel y Dirty Rotten
Imbeciles sin ningún problema y sin que a nadie le rechinara; luego las cosas
se pusieron más serias y bandas como D.R.I. dejaron de aparecer en los fanzines
dedicados al metal extremo, hasta que todos nos olvidamos de que había habido
una relación inicial y, así, nos quedamos boquiabiertos cuando Fenriz y
compañía se acordaron. A grandes rasgos, así es la música de Mgla desde que
aparecieron en escena y hasta hoy, ya con tres EP y tres álbumes a la espalda.
Cuando el primero de estos, Groza, salió al mercado, cundió una
cierta decepción, pues lo que se esperaba tras sus redondísimos EP era la obra
definitiva del black metal. Entre otras cosas, el caso viene constatando un
hecho que no es baladí, y es que a pesar de que siempre fue un formato menor,
más o menos despreciado en cierta forma, en un mundo que cuenta con la
sobreoferta que hay actualmente, el EP gana peso y se convierte en un formato
perfecto para masticar y digerir con propiedad. Cada vez se tolera menos el
relleno, por no decir que ya no se tolera nada. En cualquier caso, servidor no
cree que hubiese tanto relleno en Groza,
sino que, precisamente por lo que acabo de comentar, mientras que en algo más
de 10:44 minutos, si están bien aprovechados, lo que ocurre es que simplemente
uno se queda con ganas de más, en 36:28 da tiempo a que los que tienen prisa se
aburran. Y no creo que haya más que eso. Groza
estaba musicalmente a la altura de sus minipredecesores. Luego vino With Hearts Toward None, que supuso una
mejoría, también porque, para algunos, vino a confirmar que los EP serían
siempre los EP y que era mejor recibir con alegría cualquier cosa de calidad
que viniera de Mgla, y reconocerla y valorarla en su justa medida. Sea como
sea, With Hearts Toward None es un
trabajo cuasiperfecto y quien no lo sepa ver se lo pierde. Algún día Satán lo
castigará.
Y llegamos a Exercises in Futility, de este mismo 2015 que ya se acaba. Lo cierto
es que no hay novedades aquí, o no demasiadas. Mgla incide en las mismas posturas
y temas, pero lo hace para ofrecernos otro disco redondo. Exercises in Futility está lleno de virtudes y por mucho que lo
escucho no se me ocurre ningún defecto, ni siquiera un defectillo de esos que
se pueden sacar a las cosas cuando uno se pone tonto. Mgla han ido ofreciendo
muestras de lo que son una y otra vez, siempre con acierto y elegancia, hasta
llegar a este trabajo, que quizá sea el mejor de toda su discografía (y lo
siento por los EP, esto tiene más mérito, de ahí la razón de que a veces se los
desprecie injustamente). Todo lo que estaba presente en sus trabajos
anteriores, la penumbra, las voces agónicas, el punto de suciedad en la
producción; todo es repetido y mejorado. Esto no quiere decir que la existencia de
este trabajo nos lleve forzosamente a concluir que hay que descartar en
adelante la escucha de los anteriores, pues, obviamente y para empezar, las
canciones no son las mismas. La grandeza de Exercises
in Futility no se entiende sin concebirlo como parte de un conjunto.
Y el mimo por el conjunto es precisamente
otro elemento que hace de Mgla una banda grandísima. Desde el primer EP hasta
este trabajo, todas las portadas son iguales en estilo (dibujos de corte
tétrico en blanco y negro) y todas las canciones de cada uno de ellos están
numeradas del I (es decir, numeración romana) al número que sea, en el caso de Exercises in Futility hasta el VI. Así, la sensación de que uno se está imbuyendo en un todo que jamás se entenderá en
su totalidad sin cada una de las piezas aumenta, así como la impresión de que
el sonido de Mgla durante todos estos años ha formado parte de la misma
indagación y meta. Es la misma percepción que uno podría tener cuando manosea
los discos de Bauhaus (excluyendo el último, el de la reunión) y ve que todos
ellos corresponden al mismo diseño, aunque cada uno con un color diferente en la contraportada. Se siente algo
especial que es difícil de explicar. Personalmente siempre lo he interpretado
como un modo de la banda de decir que pretenden hacer algo grande, y cada una
de las obras que uno tiene entre manos son precisamente una parte de ese todo. No
se trata de una progresión de peor a mejor, sino de un puzzle que hay que ir
completando. Bien, pues eso mismo me transmite Mgla con su opción estética.
Puede que se trate de una opción visual sin más, pero la sugerencia me parece
demasiado poderosa como para no dejarme atrapar por ella.
En particular en el black metal, aunque
creo que también en general, tenemos dos formas honestas de evolucionar
diferenciadas que pueden dar buenos resultados y que son antagónicas: la de los
experimentadores puros y duros, como Dodheimsgard, que partieron de un black
metal sin concesiones para luego entrar en terrenos experimentales que los
llevaron muy lejos y les ayudaron a parir grandes obras, pero también truños
como Supervillain Outcast, lo que se
acepta o debería aceptar como parte del juego, y por otro lado a quienes siguen
un camino aparentemente muy claro, para detenerse en los recovecos, las curvas,
los matices y rugosidades del terreno, etc. A esta segunda vertiente pertenecerían
Mgla y el movimiento al que podríamos suscribirlos (si es que se puede llamar
movimiento, para empezar).
Por lo que a mí respecta, todo vale, todo
me parece bien, no espero que las bandas sean fieles a su estilo como si se
tratase de un mandato divino ni mucho menos que sigan mis deseos como si
estuviesen obligados a captarlos mediante telepatía; con lo que no lidio nada
bien es con los cambios categóricos y tumbos sin sentido con un objetivo claramente
comercial, como es el caso de tantos precursores del metal extremo, que cuando
se aburrieron (o cuando se aburrieron de vivir con lo justo a pesar de sacar
grandes obras) cambiaron de palo (en algunos casos con mejor fortuna y en otros
con peor ídem, tanto en el sentido artístico como en el monetario), y cuando al
tiempo vieron que podían hacer sus buenos dineros volviendo al redil, pues al
redil volvieron. Podemos mencionar a Paradise Lost, Carcass y tantos otros; la
lista es interminable. También debe de joder inventar un estilo tú solito, no
comerte un colín en lo que a éxito comercial se refiere (el máximo posible en
su estilo en la época, es decir, poco) y a los años ver que cientos de
imitadores llenan festivales de música de los que son cabezas de cartel. Por ese lado, me alegro de que este
tipo de bandas se estén forrando a costa de vivir del cuento, pero desde una
perspectiva menos empática, me la comen con patatas ellos y sus razones. Me da
pena que un 99 % de los cabezas de cartel de los festivales de cualquier estilo
sean clásicos reunidos y vejestorios redescubiertos y reencumbrados. Aunque por
otro lado, como tampoco voy a esas cosas, a grandes rasgos también me la suda.
En fin; lo cierto es que prefiero escuchar productos explícitamente comerciales
antes que música que es supuestamente así o asá y que también está hecha para
lo que está hecha. En la música, como en la vida, no me gusta que me toreen y
quiero las cosas claras.
En fin, todas estas divagaciones no son
porque sí. A lo que iba o quería ir es a que una banda como Mgla no puede
cambiar de estilo así como así de un álbum a otro. Esa es la parte difícil del
camino que ellos han elegido; una vez que uno se pone en el rumbo correcto, es
más improbable que de su seno salgan basuras como el mencionado Supervillain Outcast o el Grand Declaration of War de los amigos
de la pipa, pero los cambios se hacen también más difíciles si lo que se quiere
es moverse dentro de la coherencia. Hasta ahora Mgla lo han hecho de 10 en tres
EP y tres álbumes, lo que supera la cuenta de una buena parte de los clásicos;
la cuestión es, ¿y a partir de aquí, qué?, ¿serán capaces de ofrecernos otro
pepinazo, otro más, siguiendo con ortodoxia el mismo camino?, y si no, ¿sabrán
introducir los cambios necesarios para seguir manteniendo los niveles de
calidad sin tener que recurrir al manido, peligroso y tantas veces deshonesto
cambio categórico?
Permaneceremos atentos.
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