2015 sin duda fue un gran año para Satanás, y,
aunque aún es pronto para verlo con suficiente perspectiva (quién sabe si 2016,
aunque no hay señas por el momento, lo igualará o incluso lo superará, o si el
2015 se quedará al paso de los años en el inicio de una escalada que lo dejará
en nada), hubo un montón de lanzamientos que destacaron por su calidad y que
puede que lo conviertan en un año-hito para el black metal. La verdad es que la
media es de órdago, con discos como The
Dreaming de Akhlys, Downfall of Nur
de Umbras de Barbagia, Scar Sighted
de Leviathan, Ygg Huur de Krallice, Söngvar elds og
óreiðu de Misþyrming
(hay en proyecto una entrada o un par de ellas sobre el black metal islandés,
pero no hay tiempo para todo) o el ya visto en este blog Exercises in Futility de Mgla. Incluso en los estilos más
épico-folklórico-nanianieros, que por aquí no gustan demasiado, ha habido una
serie de lanzamientos que han sido objeto de grandes halagos por parte de
quienes disfrutan de estas sonoridades, como Beware the Sword You Cannot See [gran consejo, por cierto] de
Forest of Swords, Shards of Silver Fad
de Midnight Oddissey o el amado y odiado a partes iguales [aunque odiado con
más pasión, diría yo] M de Myrkur.
En resumen, un año de puta madre, en el que todos
los discos mentados (de la primera tanda, se entiende), en mayor o menor grado,
asimilan las sonoridades oscuras impulsadas por el black metal ortodoxo a lo
largo de algo más de la última década y haciendo honor al legado de [The True]
Mayhem, que a pesar de todo pareció haberse quedado en nada a finales de los 90
y primeros años de los 2000. Es decir, velocidad y crudeza combinadas con
sonoridades lóbregas, tenebrosas, y temas que se basan en lo satánico para
deslizarse al ocultismo, cosmovisiones basadas en el caos o mitologías más o
menos heréticas como el gnosticismo, negatividad, misantropía… También, más o
menos en todos ellos o en muchos de ellos, está presente el uso de la
disonancia, más que como un estilo (aunque en ciertos casos también), como un
recurso más en la caja de herramientas, al igual que una mayor variedad en las
voces sin necesidad del recurso a la voz limpia, tratando de acentuar la
teatralidad, lo escatológico, lo oscuro; así como cambios extraños de un riff a otro, cambios y progresiones inusuales, lo que transmite en
ocasiones una sensación de caos bien estudiada, comunión de agresividad y
atmósfera, minimalismo, ramalazos de ritmos crustirockanrolerizados… Todo esto
y alguna otra cosa es lo que tienen en común la mayor parte de los grupos que
en los últimos años tratan de hacer cosas nuevas con el black metal sin
alejarse demasiado, sin embargo, de su esencia musical.* Se podría decir que,
si obviamos su versión pop-espectacular, esta es la forma que tiene hoy el
black metal.
Y en este contexto se ubica este Liturgiya de Batushka, banda procedente
de Polonia, país que junto con Islandia (pero también con más tradición que
esta última) parece dispuesto a quitarle el trono a Noruega, si no en lo que se
refiere a las cifras y la fama, por lo menos en lo de la renovación digna de la
cantera y del black metal en general (aunque, por un lado, quien tuvo retuvo, y
por otro, no hay que olvidar que mucho de esto lo comenzaron los de Trondheim,
lo que pasa es que esa gente es vaga de cojones y no saca discos ni patrás).
Bien, para empezar, Liturgiya se puede añadir a esa lista de discos de calidad superior
del 2015, porque es un pepinazo la mar de fino. El rollo de Batushka es mezclar
el black metal ortodoxo con música y estética bizantinas, con una gran
predominancia de las voces claras (nada de tonalidades épicas a lo Garm e
imitadores y herederos, sino en la forma de una emulación bastante
impresionista de las misas cantadas tradicionales ortodoxas) y unos riffs de
guitarra potentes, sencillos y con efluvios sinfónico-épicos, lo que nos
retrotrae sin dudarlo al Transilvanian
Hunger de Darkthrone, si bien entre uno y otro hay una gran distancia. También
tiene bastantes semejanzas con el Exercises
in Futility de Mgla, aunque la épica de Batushka es mucho más pronunciada, con
menos carácter de umbría, pues de lo que se trata aquí es de recuperar para
Satán la majestuosidad de las misas cantadas y escupirlas en forma de
blasfemia. Un detournement satánico
en toda regla. La producción es limpia (aunque no inmaculada y relamida,
Satanás nos guarde) y potente, hace ganar puntos al trabajo de Batushka, que
se escucha de un tirón y que de hecho gana enteros si se cata así, como conjunto antes que
como simple colección de canciones. Al igual que el mentado Exercises, las canciones de Litourgiya se llaman todas igual que el
álbum, cada una de ellas rematada con un número romano que corresponde al orden
que ocupan respectivamente en el disco.
Como curiosidad, no se conoce la identidad de los
miembros de Batushka. Por otra parte, parecen tener problemas con la Iglesia
Ortodoxa Rusa, que considera su música e imagen como un insulto. Otra anécdota
graciosa es que la gente parece hacerse la picha un lío con la estética pseudoreligiosa del grupo.
Hay una discusión muy buena en Youtube en el que un montón de gente
[aparentemente cristiana] parece empeñada en afirmar que se trata de una banda
[también] cristiana. Uno de los miembros del grupo comentaba también en una
entrevista una historia sobre un chaval que se metía en un foro a preguntar si
no se trataría de una banda de unblack metal, ya que quería asegurarse antes de
mancharse el alma y ofender al señor Lucifer con su escucha. Es curioso cómo en
una época tan cínica como esta en la que vivimos, la ironía es, sin embargo, a dead scene.
Sea como sea, esto lleva el Certificado de Calidad
de la Unión de los Infiernos y constituye una muestra más de que no todo tiempo pasado fue
tan mejor.
Una cosa que se me acaba de ocurrir mientras
escribía esta crítica: a ver si va a estar alguno de los de Mgla por aquí en
Batushka disfrazao. Al final conseguirán que sus padres los echen de casa.
*Los mencionados Umbras de Barbagia no se
ajustarían a esta descripción.
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