Llevamos prácticamente toda nuestra vida oyendo que todo
está ya hecho en literatura, en música, en cine, en todo. Pero es mentira, y la
mayoría de las veces en que esto se dice suele tratarse de una excusa para la
propia falta de ideas o de un intento de conquista de un horizonte más en la
lucha por la imposición (o la conservación de la imposición) de la ideología
más boba de la posmodernidad: la del fin de la historia. Todo está hecho, todo
se ha acabado. Mentira mentira mentira, mentira mentira mentira mentira.
Combat Astronomy son solo un ejemplo con el que se puede refutar
muy cómodamente y sin levantarse del sofá del salón esa idea u ocurrencia, uno del
que algunes dirán que se trata de un batiburrillo posmoderno de elementos cogidos
de aquí y allá, sí señores, más o menos como lo de Strauss de a mediados del
siglo XX o lo de Homero un poco antes.
Al grano: Combat Astronomy, al menos en lo que a Symmetry Through Collapse se refiere,
podría describirse, para que el oyente en potencia se haga una idea inicial muy
básica, como un posible resultado del encuentro entre Björk y John Zorn; el
timbre de Dalila Kayros es, de hecho, prácticamente clavado al de la cantante
islandesa, aunque en las mil y una comparaciones técnico-musicales que despliega
en su texto de promoción, la discográfica ignora este hecho, se puede imaginar
que temerosa de la posible reacción del público metálico al que orienta
claramente su producto. Lo mismo podríamos decir de la etiqueta de doom, que a pesar de los trabajos
anteriores del grupo cuesta mantener, ya que lo que es en este disco: nadita,
si obviamos algún riff grave y
machacón que en realidad los acerca más a grupos como Sweep the Leg Johnny,
aunque sin las risas, o Unsane. Progresiones que no aburren; kraut; jazz de vanguardia; minimalismo sin
simplezas; percusiones de inspiración tribal; hipnotismo drone; toda clase de vientos en escalas imposibles sobre una base
de, por lo general, pesadas guitarras; disonancias y atonalidades; trémolos monotono;
konnakol; armonías corales aún
inusuales en la música popular; electrónica dosificada; arreglos ruidistas, y
una paleta cromática de cojones, entre, seguro, otras muchas cosas importantes
que olvido, se aúnan en este trabajo para dar vida a una música que puede
llevarnos a mil y una referencias, pero que es única, al tiempo que llena de
organicidad y, a pesar de lo que se pueda extraer de lo leído, tremendamente
entretenida.
Se trata de un trabajo en el que la llave maestra está en la
voz, que da sentido y unicidad al variado y complejísimo conjunto del resto de los elementos. Esto no quiere decir que esos elementos no tengan un sentido musical
y experimentador sin la presencia de la voz, ni que estén orientados al
protagonismo de la misma, sino que el trabajo vocal actúa como una suerte de
director de orquesta. Mentada está Björk, pero también podrían venir a colación
Diamanda Galas, Barbara Hannigan, Maja Ratkje, Tanya Tagak o Agata Zubel. Etc.,
supongo.
Conclusión: Sería un tópico escribir «solo para mentes
abiertas», así que digamos «solo para peña con buen gusto». En un mundo
perfecto no habría enfermedades, los fachas y los explotadores morirían al
nacer y todo el mundo tendría como mínimo la mitad de la creatividad que
rebosan los participantes de Combat Astronomy.
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